Agencia TELAM
Acaso alguna vez nazca uno todavía mejor y ya no estaremos para ver ni contar.
Es el del hombre el destino de empeñarse en superar los límites, pero de lo que ya no hay ni una sombra de duda es en que el sábado pasado se ha despedido uno de los genuinos próceres de la historia del deporte.
Un personaje sin par.
Con Usain Bolt se han roto todos los moldes en materia de atletas de elite y de carreras de velocidad.
Con menos de eso es imposible trazar un perfil que siquiera se acerque a condensar su dimensión y su esencia.
Y más aún: con Bolt cualquier analogía debe empezar con una vara muy alta y vaya a saber por dónde se termina.
Inclusive, su alto sentido de la profesionalidad lo impulso a honrar la palabra y concurrir al Mundial de Londres pese a sufrir recientemente varias lesiones, lo que se hizo patente en su doloroso abandono en la posta 4 por 100 metros, prueba que significó su despedida del atletismo.
Lo han comparado con Muhammad Alí y absténgase quienes deduzcan un disparate.
¿Qué tienen en común un boxeador de Louisville que nació en enero de 1941 y murió en junio de 2016 con un atleta jamaiquino que el 21 de este mes cumplirá 31 años?
Tienen en común la bendición de la Diosa Naturaleza, la simpatía, el desparpajo, la astucia en el dominio del marketing, la seducción del showman, la facultad de brillar en el más alto nivel y el privilegio de establecer un canon del que jamás podrá volverse.
Parecía imposible que un hombre de 191 centímetros y 95 kilogramos se moviera en el ring con la presteza, la sincronía y la gracia que lo hizo Alí.
Parecía imposible que un hombre de 196 centímetros y 94 kilogramos recorriera los 100 metros en 9 segundos con 58 y Bolt lo hizo.
Para que les quede claro a desconocedores, curiosos y despistados: Bolt hizo trizas el biotipo del corredor de velocidad y así lo explicó Carlos Gats, plusmarquista argentino de 100 y 200 metros llanos: "Hablamos de una mega estrella por su condición de superdotado, su reacción en los 40 metros está por debajo de toda regla, es la reacción de una persona de 1,70 metros’.
Una referencia más que podría circunscribir la composición de lugar: un atleta excelente, bueno entre los muy buenos, un crack, recorre los 100 metros en 45 pasos pero en Bolt se hizo costumbre recorrerlos en 41.
El rey Midas
Bolt ganó 9 medallas de oro en Mundiales, tres en 100 m, en 200 y en la Posta 4×100 (Berlín 2009, Moscú 2013 y Beijing 2015) y las 8 de los JJOO (Beijing 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016). Le quitaron una presea dorada de Beijing por el doping de un compañero.
El Hombre Relámpago fecundó las maravillas de su ADN al servicio de una técnica exquisita (elasticidad, contacto, frecuencia, amplitud, despegue, coordinación) y todo sazonado con su singular cóctel de guerrero y rock star.
Llenar un estadio por sí mismo, ser ovacionado después de haber terminado tercero, convertirse en ícono de millones de personas que jamás se habían interesado por el atletismo, hacer de una carrera de 100 metros una fiesta celebrada a escala planetaria, cual Neil Armstrong de caminata lunar, pues he ahí el sello y la impronta de la rara avis nacida en la Parroquia de Trelawny.
Jugador de críquet y de básquet, seguidor del buen fútbol e hincha del Manchester United, degustador de las comidas rápidas y de largas noches de tragos largos, adorador del reggae, bailarín afinado, disc jockey aficionado, benefactor del colegio de su infancia, niño terrible, amateur incurable y profesional insuperable, transgresor, incorregible, irrepetible.