Sofocante. El clima que impera en Nanjing. Es un calor distinto al de San Juan por la humedad que existe.

 

Soportar en estos días una temperatura promedio de 35 grados no es ninguna novedad. Siempre es así en Nanjing. En verano, y durará hasta el 21 de septiembre, día en que empezará el otoño (justo al revés que allá en la Argentina, cuando largue ese día la bella primavera). Inclusive algunos días el termómetro sube a 45 grados. Y hasta los 47°C. Realmente el calor se hace insoportable. Pero si a todo eso se le agrega que la humedad llega al 90 o 95 por ciento, decididamente esto es un infierno.

La ropa se pega al cuerpo. Eso es inevitable. Se pone molesta. Difícil de sacársela. Encima, acá, los chinos parece que no son muy ‘amigos‘ de los desodorantes y el olor por momentos invita a salir corriendo a un lugar a pleno aire libre. Bueno, al menos no es como Angola. Porque aquel Mundial del 2013 figurará en los registros como el Mundial más ‘oloriento‘ de todos los tiempos.

En los dos últimos días el calor resultó menos intenso. Pero se dio una situación lógica, ya que no paró de llover. La lluvia suave, fue permanente. Molesta por cierto porque si uno pasaba más minutos de la cuenta sin protección quedaba empapado. Dicen que por semana hay dos días así. A plena lluvia. Y debe ser cierto porque el verde es intenso en las plantas. La vegetación es increíble. Si hasta parece la zona selvática del Brasil. Como en Curitiba, para quienes conocen ese bello lugar.

Y los chinos aprovechan ese verde al máximo y realizan verdaderas esculturas naturales en las plantas. Hay dos plazoletas que muestran pavos reales gigantes (como lo muestra la foto). Están tan bien hechos en los ligustros que parecen las aves de verdad. Hay otras aves siempre trabajadas en ligustrines o plantas más comunes. Por ejemplo, a la salida de un parque se pueden ver unos bellos cisnes (también en la foto). Y en otros lugares hay patos. En realidad, todo cuidado con pulcritud y tratado con buen gusto.

Lo malo de la lluvia que, por su persistencia, todo se hace incómodo. Los chinos de Nanjing tienen todos paraguas. Y salen con ellos a pesar que el sol está bien alto. Claro, por un lado los utilizan de sombrillas. Y por otro, si se larga la lluvia sorpresiva (algo común, dicen) están listos para protegerse.

Los ciclistas y los motociclistas, por ejemplo, sacan rápido de sus bolsos unos plásticos gigantescos que los termina cubriendo a ellos y la movilidad por completo. Las calles y las autopistas tienen sistemas de desagüe que funcionan a la perfección, así que charcos no hay por ningún lado.

En realidad está Nanjing se parece muy poco a nuestro San Juan.