Interminable. Así es el paisaje en esta ciudad casi amontonada de cantidad de edificios, vehículos y gente.

Parece que ya los hicieran por gusto. Lo cierto es que aquí, en Nanjing, los edificios forman parte de la geografía natural del lugar. Los hay por todos lados. De todos los colores. De todos los tamaños. Con estilo de antes. De arquitectura moderna. Anchos. Muy angostos. Amontonados en alguna zona céntrica. Separados por ‘la vegetación increíble en lugares alejados. Nanjing es una de esas ciudades chinas en la que los edificios han invadido el terreno mucho más allá de lo que cualquier humano pueda imaginarse.

Es simple, aquí viven ocho millones de habitantes. Algo así como cuatro ciudades de Córdoba juntas. O mejor dicho 11 veces la población de San Juan. Y, encima, en territorio geográfico, es similar a la provincia sanjuanina. Lo que quiere decir que tiene una concentración de gente increíble. Porque comparar a los 40 millones de argentinos con los 1.350 millones de chinos es decididamente un despropósito.

Sobre la construcción de los edificios hay que tener en cuenta varios detalles comparativos con San Juan. Por ejemplo, acá, en Nanjing, los temblores no existen. No es la zona sísmica que caracteriza a San Juan. Y como no se presentan otros fenómenos climáticos negativos, se entiende que hagan y hagan edificios.

Los gastos de la construcción son menores a los de nuestros pagos, con materiales más livianos. La mano de obra es de fácil designación por la gran cantidad de candidatos a trabajar. Y lógicamente los plazos de obra son de menor tiempo. Un combo de ítems que explican los por qué de tantos módulos verticales.

Este es una de las diferencias de una potencia mundial como China a un país que se debate entre los problemas de su economía y carece de pensamientos a largo plazo como nuestra Argentina.