Murió antenoche Joe Frazier uno de los grandes en la historia de los pesos pesados. Un campeón con mayúsculas, que reinó en una época donde hubo grandes campeones. En ese entonces, cuando “Smoking Joe”, como le gustaba que le llamaran, mandó entre los hombres que, por entonces, pesaban más de 175 libras (79,379 kg), en las marquesinas del Madison Square Garden brillaban con similar intensidad los nombres de Muhammad Ali, George Foreman, Jerry Quarry, Jimmy Ellis, Ken Norton y, hasta nuestro siempre recordado Oscar “Ringo” Bonavena.

Nacido el 12 de enero de 1944 en Filadelfia, por muchos años cuna de grandes pesos completos en los Estados Unidos, Frazier se consagró campeón olímpico en los Juegos de Tokio 1964, emulando lo que hizo Cassius Clay (luego Ali) en Roma 1960. La vida deportiva los llevaría a ser grandes adversarios. Hicieron tres combates, el primero lo ganó Frazier, el 8 de marzo de 1971, quitándole el invicto al hombre que con su lucha por los derechos raciales se había negado a ir a combatir a Vietnam y había sido despojado de sus títulos. Las otras dos las ganó Ali. La última el 1 de octubre de 1975 de la que se hizo el documental titulado “Thriller en Manila”. Las crónicas de la época destacaban que fue “la pelea más dura que se recuerda. 14 asaltos a muerte entre hombres que se odiaban después de haber sido amigos”. Por ese entonces se decía que había sido la pelea más brutal de la historia del boxeo. “Es lo más parecido a la muerte que yo he vivido”, confesó Muhammad Ali al final del combate.

Cuenta la leyenda que mientras Ali le pedía a Angelo Dundee que le sacase los guantes que no quería seguir sufriendo, su entrenador se daba cuenta que Eddie Futch, mítico preparador de Frazier, le acariciaba la cabeza a su muchacho y le decía: “Ya está diste todo, no vale la pena seguir con este calvario”.

Frazier hizo 37 peleas profesionales, ganó 32 (27 por nocaut), perdió cuatro veces, dos con Ali y dos con Foreman. Fue protagonista de grandes batallas sobre los cuadriláteros.

Murió Joe Frazier y con él se va un pedazo grande de la historia, podría decirse romántica, del boxeo. Un cáncer de hígado, descubierto hace poco tiempo terminó con el gran campeón que había perdido toda su fortuna y pasaba sus días en un departamento ubicado en el piso superior de un gimnasio, en una modesta zona de su Filadelfia natal donde entrenaba a jóvenes boxeadores.