No fue campeón argentino, pero le hizo pelea a todos los que enfrentó. Rodolfo Blademir Catalini fue uno de los boxeadores que puso al pugilismo sanjuanino en la cima nacional en los años "60 durante los que brilló Goyo Peralta y surgieron, él, su hermano Julio Catalini, Raúl Venerdini y Víctor Echegaray.
Su nombre quedó grabado en la historia porque ante él, y contra él, debutó y peleó tres veces Nicolino Locche, quien fuera campeón mundial welter junior e ídolo argentino en esa época.
Durante 11 años de actividad profesional, Motoneta, como le decían todos por su estilo agresivo y sin frenos, pero también por su manera histriónica de ser, siempre optimista, siempre con una sonrisa, no se achicó ante nadie, ganó pocas peleas y perdió más, pero cuando uno repasa la lista de quienes lo vencieron tiene que sacarse el sombrero porque este peleador cuyano dio espectáculo en cualquier ring. Perdió con Horacio Agustín Saldaño, La Pantera tucumana, en el Jardín de la República.
Carlos Aro, Tristan Farfán, Cirilo Pausa, Juan Alberto "Ardillita" Aranda y Luis Horacio Cabral, todos figuras en las noches sabatinas del Luna Park, fueron sus vencedores. Venció a un duro como Hugo Rambaldi y empató con Vicente Derado y el noqueador Omar Gottifredi.
Tras su retiro se dedicó a transmitir el arte del boxeo, tarea que realizó en distintos clubes, entre ellos el Estrella Juniors, entre las décadas del "70 y "80.
No fue campeón con cinturón que lo identifique como tal. Pero sí fue campeón para todos los sanjuaninos que, en aquellos viernes de los sensacionales años sesenta, colmaban la capacidad del Mocoroa para alentar a ese boxeador sanguíneo, de movimientos eléctricos que le plantó bandera al mismo Nicolino, y en un momento dado de su tercera pelea, se sentó junto al ídolo y se puso a conversar como si estuvieran en un banco de la plaza. "Él se sentaba y como no podía pegarle, me senté a su lado", contó años después Rodolfo, quien cada vez que se encontraba con Locche, no paraban de reírse de sus combates y de la amistad forjada a base de ganchos, cross y directos, los de Nicolino más precisos, los de Catalini menos efectivos, pero tan sinceros y nobles como fue su corazón alegre.