Gabriel Perrone llegó a la vida de San Martín el lunes 10 de septiembre del año pasado luego de la salida de Facundo Sava por haber arrancado ese torneo Inicial con 5 derrotas consecutivas y comprometido con el descenso. El DT nunca había dirigido en el país y se le presentaba su gran chance. "Lo tomo como una nueva experiencia y no como un desafío", confesó apenas pisó el club y antes de ser presentado a los jugadores.
Mientras que sobre su proyecto destacó que "lo importante es tener un equilibrio, mantener un orden y tratar de seguir con lo que el equipo viene haciendo con respecto al juego y manejo de la pelota. Mi estilo es el que le convenga al equipo. No creo en los sistemas, creo en la capacidad de los jugadores y sus características".
Y resaltó en ese momento sobre la racha negativa que traía que "no se han ganado partidos pero algunos han sido parejos y la diferencia estuvo en no hacer el gol y que si te lo hagan. Por eso vamos a trabajar en eso también". Y esta frase terminó siendo una de las causas de su salida el sábado por la noche tras caer 3-0 ante Racing, ya que eso no cambió y lo condenó.
Su debut fue ante Godoy Cruz en Mendoza perdiendo 1-0. No obstante, lo que vino después fue lo mejor que realizó en la institución con una racha de 4 partidos sin perder (Quilmes 4-0, Boca 1-1, All Boys 2-1 y Unión 2-1). Siempre apostando por su sistema que lo caracterizó: el 3-4-1-2. Ese San Martín jugaba con la cabeza fría y la desesperación del rival para pegar en los momentos justos y defender lo logrado. Los volantes eran el engranaje perfecto, mejoró el equilibrio del medio para atrás, que todo el equipo se comprometiera a recuperar y así lograron la solidez y los buenos resultados. Sumado a que Humberto Osorio pasaba por un momento ideal cada vez que pisaba el área rival.
"Yo trabajo en lo futbolístico y no en lo anímico. Con el trabajo le doy la confianza al equipo y le hago saber que tenemos cosas buenas para salir adelante", dijo tras superar a Unión en Santa Fe y obtener el primer triunfo de visitante, sin pensar ni imaginarse que lo que llegaría después sería una racha nefasta, en todo sentido, con 13 fechas sin ganar.
La seguidilla empezó el 27 de octubre, tras perder 2-1 en el Hilario Sánchez frente a Rafaela con un dudoso arbitraje de Néstor Pittana. Y luego de un puñado de otros encuentros sin ganar, sus declaraciones ya fueron una constante echándole la culpa al estado físico del plantel. "Del primer al segundo tiempo cambió la actitud física, que lo venimos observando hace tiempo. Nos cuesta sostener los segundos tiempos y en el complemento nos quedamos físicamente. La condición física hace que el equipo no pueda tener reacción y sostener el ritmo de juego. Y para mejorar esto hay que esperar hasta el final del torneo, ahora, ya no se puede", se justificó.
Se lo "bancó" entonces, siempre con aval del presidente y de la mayoría de los integrantes de la comisión directiva. Y así fue que llegó el final del torneo con una seguidilla de 8 juegos sin victoria (4 derrotas y 4 empates). Pero fue en el último partido del año, tras perder 2-0 frente a River en el estadio Del Bicentenario y cuando se especulaba con que podía renunciar, que soltó lo que tenía guardado desde hace tiempo para desligarse de gran parte de la falta de resultados. "Yo no pienso dejar el equipo, tengo mi responsabilidad, pero yo no armé el equipo ni elegí los jugadores, algo que ahora lo podré hacer. Pero no estoy abatido y ahora es el momento de tomar decisiones". De esa manera le tiró palos a la gestión de Sava y encaró la pretemporada.
Una etapa de la que se hartó de pedir para justificar la merma en el rendimiento del equipo. La hizo en Tandil, incorporó a 4 jugadores y con escasos partidos amistosos para probar dónde estaba parado comenzó el 2013. Fueron 5 partidos. Fueron 5 encuentros más sin ganar. Más de lo mismo. Fueron 5 veces en las que el equipo demostró que mejorando físicamente no se gana nada, que algo le seguía faltando en su juego.
El sistema implementado siguió siendo el mismo, manteniendo su distribución en la cancha. Pero ya sin esa solidez defensiva ni el amplio despliegue en el mediocampo, menos la buena efectividad de cada vez que pisaba el área. Hacía tiempo que los rivales les habían tomado la mano y nunca cambió. O no supo encontrarle la variante. Se fue el sábado luego de caer ante Racing, con 13 choques sin obtener los 3 puntos y en descenso directo. Se marchó sin poder cumplir el plan que se había propuesto 180 días antes, cuando un lunes por la mañana llegó a Concepción con un perfil bajo, casi desconocido para muchos, con un bolso al hombro, remera celeste y campera azul. Simples recuerdos para 6 meses después verlo irse sin hacer declaraciones, y con una misión que nunca pudo cumplir como aquella premisa que se propuso mejorar: "la diferencia esta en no hacer el gol y que sí te lo hagan". Perrone se fue, preso de sus palabras, con un juego deslucido, sin reacción ni variantes, y dejando al equipo en igual o peor situación que cuando llegó.

