Si no ocurre un milagro, la historia del fútbol argentino dirá con el paso del tiempo que hubo un jugador extraordinario, tal vez único, que jamás se consagró con la Selección. Pero lo peor, que ni siquiera en esas derrotas, como las dos finales de la Copa América y la caída en Brasil 2014 con Alemania, se puso el equipo al hombro y mostró la fibra que cualquier líder debe tener.
No se entiende cómo un jugador tan desequilibrante pareció dormido en la cancha, ante un equipo croata que lo marcó bien, pero que tampoco lo anuló. Pareció, desde el mismo himno, que algo no estaba bien en él. Ese gesto apesadumbrado que, de no ser que durante los 94 minutos no mostró reacción, hubiera pasado desapercibido.
Nos duele lo que le pasa a Messi, pero ya no es un chico al que debemos apañar, desde hace tiempo tiene en sus espaldas responsabilidades que debe asumir. No porque se lo critique se está en contra de un buen jugador y de un argentino que nos representa de mil maravillas. Pero sí podemos caer y exigirle respuestas.
Ojo, no queremos que se vaya de la Selección, es probable –si quiere, claro- que juegue un Mundial más, pero también él deberá hacer su autocrítica, y ni hablar de la dirigencia que tendrá que pensar en un cambio radical, que en el fútbol llaman ‘proyecto’ y que en este bendito país parece que no hay tiempo para ejecutarlos.