Es triste el momento que atraviesa San Martín. En lo deportivo el equipo no responde a la expectativas que se generaron y en lo institucional, ningún avance, sea cual fuere, edilicio o social, como los conseguidos en estos últimos años pierde consistencia ante el presente deportivo.
Mas duro aún y difícil de sobrellevar es la realidad cuando quienes deben conducir al club pierden la compostura y desparraman su bronca en cuanto micrófono encuentran sobre los jugadores. Ergo, el presidente, cuyas declaraciones sobre que "saco al DT porque no puedo echar a todo el equipo’, para luego agregar que "algunos jugadores no sienten la camiseta’, fueron levantadas por todos los medios nacionales.
Ahora bien, vale preguntarse ¿quienes son los que inciden directamente en la compra de los jugadores? O vamos a tener que creer ahora que el equipo que se armó para la temporada fueron los pedidos por Facundo Sava.
Es verdad que muchos fallos arbitrales perjudicaron a San Martín. Pero también es cierto que el equipo, como conjunto nunca tuvo una identidad definida. No era defensivo porque a un equipo armado para marcar, no le convierte un gol de cabeza un petiso como Cubero. No era ofensivo porque su centrodelantero, Osorio, escasas veces recibió una pelota de frente al arco para intentar una definición. Todas de espalda, la mayoría divididas. Recién en el último partido y con la soga al cuello, Perrone (técnico elegido por los dirigentes) salió de su postura timorata y pobló la cancha de delanteros. Fue un manotazo de ahogado en un mar embravecido por un tsunami.
¿Está todo perdido? No. Mientras hay vida hay esperanza. Pero para que ella tome forma es necesario que quienes conducen tengan la cabeza fría. Los trapos sucios no se lavan al Sol. ¿Con qué confianza puede afrontar ahora el plantel el desafío que viene si el titular del club -que los trajo- los menoscaba?
Por Fabio Garbi
DIARIO DE CUYO