Desde el vamos, con los himnos, queda claro que se trata de dos maneras distintas de vivir la misma pasión futbolera, ésta que ocurre en un coqueto barrio madrileño. Unos, de camiseta puesta en la piel y el corazón, un grupo de argentinos que por razones variadas, vive fuera de casa desde hace años y encuentra en el mundial el motivo indicado para validar su pertenencia celeste y blanca. Otro, en este caso yo, descolgado por un rato del grupo pocitano que opera en el sur español recogiendo experiencias productivas. Casi un intruso.

Ellos cantan el himno más fuerte que yo. Lo gritan y se ponen la mano en el corazón. Y contrastan conmigo, más acostumbrado a los actos del colegio y con la resaca plena del bicentenario.

Empieza el partido y recrudece en la sala el formato que hay en el equipo mismo. Los "españoles" y su dosis de consagrados en el Barca o el Real Madrid, y los criollos que llegan a fuerza de empuje. Será ese el tono del partido por televisión en destino europeo.

Minuto 2, e Higuaín desperdicia una clara chance luego de un desborde de Messi. Entonces salto yo y, boquense además de criollo, pido que entre Palermo. "El no lo erra" grito a quien quiera oír. Para qué. No hubo silbidos, pero sí reprobación. Los "españoles" prefieren al Pipita, infalible quemarredes del Real. O, en todo caso al Kun, del Aleti, el otro equipo de multitudes de Madrid. Uno de ellos redobla la apuesta e implora: el Kun y Forlán, lástima que el charrúa juega para otra bandera.

Minuto 7, gol. Golazo. Todos abrazados y a los saltos. ¿Quién?, ¿Heinze? Perdón. Reivindicaciòn plena, desde todos lados, porque aquí éramos unánimes.

Minuto 10. El Pipita sigue fallando a la red y yo vuelvo con lo el Titán. Nadie dice nada, pero está claro que el 9 de tantas hazañas no goza de demasiada estrella por estas tierras, habiendo tantos consagrados europeos en el banco.

Lo mismo con Verón. No les cierra, como si no lo conocieran. Y yo, por el camino de los que lo seguimos cada domingo en el fútbol argentino: es el alma del equipo, la experiencia, el cerebro.

A los 20, el relator y el comentarista cansan de hacer foco en lo que verdaderamente importa del partido de Argentina para los españoles: cómo le va a Messi, a quien intentan comprender en medio de tanta genialidad e incomprensión del otro lado del Atlántico. Se resfriegan los ojos ante el fenómeno: ¿cómo es posible que no quieran al mejor del mundo? Y lo tapan de mimos.

El de los comentarios es un inglés al que se le entiende poco. Y en ese poco, balbucea algo como que de ese modo en que juega la Argentina, sin profundidad, es imposible que el crack de los catalanes aparezca pleno. Pocos minutos después. El propio Lio se encargaría de desmentirlo.

Se llama Michael Robinson y es, increíblemente, uno de los conductores más renombrados de España, dueño de un espacio que ningún futbolero se pierde. Pero yo trato de entenderlo y lo consigo poco. Y en ese poco, no hay nada que no tenga como eje a Messi. Que si mira, que si dice, que si hace.

Y parece que no soy yo sólo el del oído desacostumbrado a don Robinson. Uno de la audiencia recibe el fastidio por vía SMS: Ché, desde cuando habla español este Robinson. Perdón, don Niembraaa.

Y de pronto, explota Messi y explota la tribuna, especialmente del lado de los argentinos "españoles", que ven en cada regate una reivindicación propia. Y una chance más de conectar con sus compatriotas de allá, que ya no tendrán más motivos para ponerlo en duda.

Minuto 57, y don Robinson anuncia que Nigeria parece completamente impotente para generar peligro al equipo argentino. Desafortunadamente, también se equivocaría, aunque más no fuera por algún disparo aislado. Dedos cruzados y rezos de todos, éste sí una plegaria en común.

Minuto 60. Apilada de Messi y don Robinson, otra vez con el canto global. ¿Cómo no se la dan más a Messi? ¿Será así todos los fines de semana cuando Lio se pone la azulgrana?

Minuto 78, entra Milito. Adiós ilusiones para ver a Martín en el mundial, al menos por ahora. Está bien, no era el momento. En cambio Diego, ese sí que la rompe en el Inter y hasta insinuó algo con él Mourinho, su ex técnico en Italia para traerlo al Madrid.

Minuto 85 y sale la argentinidad plena, de locales y visitantes. Penal. Grande como el Bernabeu. Pero no lo cobran. Y a seguir sufriendo.

Hasta el minuto 94, en el que dábamos todos por bueno el exiguo 1 a 0 y hasta asombrosamente parecía que los africanos también.

Gusto a poco. Imágenes de Diego abrazando al ídolo de la platea, Lío claro. Y sensaciones de que puede ser un gran mundial.

Se despide don Robinson y aparece el vacío. No hay repercusiones, enviados batiendo el parche de la euforia del día, opinólogos, paneles. Nada, y se extraña. Eso sí, el Marca ya titula que Messi llevó adelante a Argentina en el debut.