Leandro Espejo vive un fin de semana mucho más tranquilo a comparación de los anteriores. El pasado lunes se sumó a la pretemporada del Peñarol que se prepara al próximo Federal A. El futbolista surgido de las inferiores, de 19 años, reconoció que pudo rendir físicamente como esperaba, a pesar de las dos semanas de aislamiento obligatorio previas, sin posibilidades de entrenar.
Fue clave para el volante o extremo por izquierda que a pesar que su mamá Fabiana y su abuela Raquel fueron las primeras en ser confirmadas como caso positivo de coronavirus en la familia, haber sido él la excepción a la regla que se contagiasen todos los que viven bajo el mismo techo de la casa, ubicada en la Villa Paula, a pocas cuadras de la plaza de Chimbas, permitió que no le costara reincorporarse a los entrenamientos.
Claro que al principio de la ‘novedad’ hubo mucha preocupación. “El susto fue impresionante. Todos estábamos mal, fue un momento muy feo. Podía ocurrir una desgracia, sufrir una pérdida”, reconoció. Rápidamente también presentaron síntomas su padre Juan y una de sus hermanas mellizas. “Además que nunca tuve síntomas, me quedé totalmente tranquilo en el test que me hicieron el lunes para saber si me sumaba al grupo, que dio negativo”, señaló.
“La casa donde vivimos es muy pequeña. Es apenas más grande que un cuadrado”, reconoció abiertamente Leandro sobre la causa por la que no pudo realizar actividad física durante la cuarentena obligatoria.
El jugador también agradeció variados gestos de solidaridad que recibió “como la caja con mercadería que acercó la mamá de mi comadre”, puso como ejemplo.
Ahora puede meterse de lleno en la pretemporada, esperando los fines de semana en los que juega un partido al fútbol con la camiseta de Peñarol. "Ya estamos todos bien, hubo mucho miedo al principio pero no hubo ninguna complicación importante. Y en el club me recibieron muy bien, ahora a pensar solamente en seguir entrenando", concluyó.