De punta a punta, de atrás para adelante. Con la actitud indispensable pero sin confundirlo con otra cosa. Así planificó, ejecutó y terminó ganando el clásico San Martín. Con la justicia de nunca haberse apartado del libreto original y sabiendo siempre que no era un partido más. Que era el partido que todos querían ganar. Y las respuestas vinieron desde adentro mismo de la cancha y desde el instante inicial porque los cuatro defensores del fondo verdinegro jugaron un partido impecable, Aguilar y Casierra cerrando los laterales y la dupla Escudero-Franco sacando todo por el medio y agregándole presencia en ofensiva como en el primer gol sanjuanino. Párrafo aparte para lo que ataja y contagia Luis Ardente desde el arco. Ganador siempre, seguro. Vital y elemental para manejar desde su visión panorámica todo el equipo.

En el mediocampo estuvo otro de los puntos de quiebre del clásico porque la mezcla de marca y recuperación permanente de Fissore con la salida clara, el manejo de los tiempos y el oficio de Gelabert le dieron argumentos a San Martín para quedar siempre bien parado en esa zona vital. Aún después de quedarse sin Gelabert, el ingreso de Lugo no cambió la idea central en el medio. Los volantes externos fueron eso: externos. Abrieron la cancha tanto Villarruel como González, uno por derecha y otro por la izquierda. Se replegaron hasta ser laterales de contención y salieron rápido casi como para terminar siendo extremos. Arriba, el desgaste contra los centrales fue de Toledo y el repertorio de un punta con mucha movilidad y entrega como Deninng, terminaron completando la fórmula sencilla, eficaz y absolutamente sólida que eligió San Martín para ganar el partido que todos querían ganar y que se convirtió en el mejor final de torneo en el Pueblo Viejo.