¿Por dónde empezar? Otra vez, la violencia copó la parada en un partido jugado a muerte pero que no había dado lugar para tanto descontrol. El principio del fin de la escandalosa puesta en escena final en Villa Obrera arrancó con los 4 minutos de adición que dio el árbitro Darío Montaña cuando la Villa ganaba 2-1 y se aseguraba la primera posición de la Zona 15. Llegó la expulsión del Tato González, bien decidida y desde ahí, la locura. Empezaron los primeros roces entre José Femenía de Trinidad y Franco Tapia del local. Guajardo ejecutó el tiro libre, salió la pelota rebotada y volvió para que otra vez hubiera tiro libre. Fue Leandro Evangelisti a buscar en el área de la Villa pero el centro nunca llegó. Salió al lateral y cuando Altamirano quiso hacerlo, se descontroló mal contra los hinchas de la Villa. Se devolvió, tiró la pelota y desencadenó la locura. Evangelisti se cruzó con un colaborador de la Villa que entró desde camarines y después se refugió entre sus compañeros, pero el técnico Marcelo Ontivero se sacó y lo fue a buscar. Alcanzó a golpearlo y Evangelisti terminó en el piso. Aunque rápidamente se levantó y fue atendido en el banco de suplentes. Mientras, todo fue descontrol. Se multiplicaron las discusiones, los empujones y después de que esos famosos 4 minutos de descuento se convirtieran en 25 minutos de locura, el árbitro decidió suspender el cotejo faltando 30 segundos según su cronómetro y con el resultado parcial favorable a Villa Obrera por 2-1. Nada justifica nada. Un partido no puede terminar en esa locura que ya es vergüenza ajena para todos los que amamos este deporte, porque así, lo matan todos los días.