La utilización del agua como elemento refrescante para los ciclistas a quienes se los ‘chaya‘, con el ánimo de aliviarles el abrasante calor que van soportando, es una postal clásica y tan vieja como el ciclismo mismo. Podría decirse que en San Juan, si no hay baldazos, la carrera sería como un partido de fútbol sin goles.
Lo cierto es que muchos aficionados en su afán de ayudar, a veces perjudican. Porque arrojan mal el agua, lo hacen de manera muy recta -el contenido del balde choca de lleno con el físico del ciclista- y puede provocar, como muchas veces ocurrió, que genere una rodada.
En esta Vuelta hay de todo. Están los que ayudan, tirándolo hacía arriba para que caiga en forma de lluvia y hay algunos, que creen ser vivos y tiran agua de manera indiscriminada a la caravana, sin respetar el trabajo ajeno, poniendo en serio riesgo los elementos -cámaras fotográficas y de video, o equipos de radiomotos- que utilizan los medios de prensa para cubrir la competencia.
Ayer, como el sábado, la gente le dio máxima utilidad al agua de los canales, la usó para refrescarse esperando la competencia y para mojar a los pedalistas que pasaban a escasos metros suyo devorando los kilómetros estipulados para la etapa soportando la inclemencia de los rayos de Febo.