Anillo externo del estadio 974. Argentina acaba de conseguir lo que, tras el frustrado debut ante Arabia Saudita, parecía imposible o por lo menos muy difícil: ganarle a Polonia y clasificarse a los octavos de final de la Copa del Mundo. La algabaría es total, la fiesta que arman los hinchas albicelestes en los alrededores de la cancha será una de las más grandes de la competición. En el aire se respira alegría, desahogo y la confianza que generaron los jugadores con su actuación para el futuro inmediato. En medio de la muchedumbre, un fanático llama la atención con una camiseta argentina que data de mediados de los años 90. Es alternativa, la azul con rombos negros, y en su espalda tiene el número 18 y el apellido Scaloni.
“Esta no la largo, esta es del museo personal”, advierte El Chispa, que en realidad se llama Tomás Calvo, ante la cámara de Infobae. Pero casi al unísono comparte una condición para desprenderse de este tesoro que guarda en un altar personal junto a otras cientos de camisetas. “Si pasa lo que ya sabemos que tiene que pasar, le entrego la camiseta en mano al DT”, es la promesa que se anima a hacer delante de la cámara de este medio el hincha que está completamente dispuesto a cumplir e, internamente, le tiene una fe ciega al equipo dirigido por Lionel Scaloni.
Desde hace muchos años, El Chispa junta y colecciona camisetas retro que van a parar a su museo personal. El destino quiso que llegara a sus manos esta perlita que Scaloni usó durante su época de juvenil Sub 20 en Malasia 1997, cuando fue campeón mundial como futbolista. Tras la gesta de la Selección y la premiación a los jugadores, en Lusail se abrió una puerta lateral en la que los familiares y amigos pudieron bajar al campo de juego para celebrar en masa. Tomás, que es íntimo amigo de Germán Pezzella, accedió al césped preparado para cumplir su promesa.
“Yo te lo dije después de Polonia y las promesas se cumplen, se hicieron para cumplirse. Germán Pezzella me llevó con el técnico para hacerle entrega de la camiseta y contarle un poco de mi museo. Cuando le dije que se la quería regalar, no lo podía creer. Una locura total que el tipo no se la quería quedar. ‘No, no, es tuya’, me dijo. Una humildad terrible”, reveló Tomás, que vio toda la final contra Francia con esta camiseta puesta, la misma que usó a lo largo de todos los encuentros de la competición.
Finalmente el entrenador del seleccionado nacional aceptó el obsequio y ahí nomás decidió regalarle al Chispa la chomba con la que había dirigido la final del mundo: “Fue un intercambio. La que me dio Lionel va a un cuadro sin lugar a dudas. Siempre hay que tener fe. Ese es el mensaje que me gustaría dejar. La nota me la hiciste después de Polonia, pero siempre tuvimos fe. Cuando se hacen con mucho amor y con fe, las cosas salen. Comimos mierda contra Arabia, estamos hace 33 días acá, pero dimos la vuelta y es histórico”.
Inmediatamente después del canje de indumentaria, Scaloni se puso la casaca que no usaba hacía 25 años y fue en busca de la Copa del Mundo. Se fotografió, ingresó al vestuario con la 18 con su apellido y hasta sale en los videos de la celebración con el obsequio que le había entregado en mano El Chispa. Tomás está anodadado, no puede creer la repercusión que terminó teniendo la camiseta que usó durante todo el Mundial. Y la relevancia que el mismísimo técnico campeón del mundo le dio.
El 1° de julio de 2018, un día después de la eliminación de Argentina contra Francia en los octavos de final del Mundial de Rusia, El Chispa había hecho un posteo en su cuenta de Instagram que resultó ser un presagio cuatro años y medio después. El texto fue acompañado por una imagen suya, en la tribuna del estadio en el que la Albiceleste cayó 4-2, llorando por la impotencia de la eliminación.
“Terminó el partido, y después de varios minutos de seguir mirando el contexto que nos rodeaba, se nos caían las lágrimas a muchos de los presentes en el estadio.
Se acercó una voluntaria de Fifa que no entendía porque llorábamos pero que nos pedía por favor que dejáramos de hacerlo, que era solo un juego y que se podía perder. Traté de explicarle que para nosotros era un poco más que eso, que eran años de esfuerzo y organización, que estábamos a mas de 14 mil kilometros de nuestras casas, que veníamos de recorrer trenes por más de 23 horas para llegar al partido, que nos sentíamos también parte representativa de los que no habían podido viajar (incluso de amigos nuestros) y por último también pensaba, aunque no se lo dije, que podía ser el último partido de Messi en la selección.
Nos miró y emocionada nos dijo que le encantaría darnos un abrazo, pero que su religión no se lo permitía. Nos quedamos tan sorprendidos con su respuesta como ella cuando nos vio llorando por un partido de fútbol. Nos invitó a salir del estadio y lo hicimos con ella al lado. Ese momento lo capturaron y va a quedar siempre en mis retinas mundialistas. Soy un agradecido de haber compartido otro mundial con mis amigos de toda la vida y tan lejos de casa. No nos tocó. Nuevamente. Será en Qatar…”.