Se quieren, se admiran. Tal vez, lo gramatical debería ser lo primero: se querían, se admiraban. Diego Maradona le tenía afecto a Marcelo Gallardo, lo respetaba, lo admiraba. Gallardo sentía un cariño inmenso por el eterno número 10. Como pocas veces en la vida, Diego siempre se sintió a gusto, arropado por el Muñeco, otro 10, bien terrenal, más allá del barrio, a pesar del antagonismo de River y Boca. Compartieron la misma camiseta con años de diferencia. Diego le daba consejos, lo llamaba a su teléfono personal cuando Gallardo perdía la sintonía en el equipo nacional.
Ese cariño fue representado por un abrazo del alma. Otro más en nuestra angustia existencial: de aquella foto icónica del Mundial de 1978 a éste, cuando el dolor lo gobierna todo. El entrenador de River, como tantas otras glorias de nuestra historia futbolera, fue parte de la despedida definitiva de Pelusa. Vio a Claudia Villafañe, su primera esposa, su compañera de vida y no hizo falta nada más: le dio un abrazo conmovedor, que excede las camisetas, que excede el tiempo. El amor por la amistad y el fútbol, resumido en una postal.
El técnico de River cambió la foto de su perfil de WhatsApp: puso la imagen de su abrazo con Maradona cuando se enfrentaron River y Gimnasia por la última Superliga, el 28 de septiembre del año pasado, en el triunfo millonario por 2 a 0. Esa tarde, bromearon, se rieron, repitieron todos los gestos de admiración mutua.
Antes del último entrenamiento, Marcelo Gallardo reunió a sus jugadores para recordar a Maradona en "este día de tristeza para el fútbol argentino", como definió la red social oficial de la entidad millonaria. En realidad, el Muñeco solía compartir anécdotas y aprendizajes del mejor 10 de todos los tiempos. Sobre todo, con los extranjeros y con los juveniles, que no lo vieron jugar y no tomaron la dimensión real de su legado futbolero.
"Despierta algo increíble, no deja de sorprender. Es un ícono mundial, ha marcado una era en nuestro deporte. Todos los que alguna vez amamos el fútbol nos sentimos identificados con lo que nos ha dado como futbolista. Lo volveré a ver y le daré un abrazo. Espero que esté con salud y le pueda dar lo mejor a sus jugadores y a la gente de Gimnasia", contó el Muñeco, antes de ese otro abrazo especial.
Lo de errar un penal con la camiseta del seleccionado, en 1995, durante un amistoso que el equipo que dirigía Daniel Passarella le ganó 2-0 a Australia, en la cancha de Quilmes. "Diego tiene esas cosas, siempre está pendiente. Fue hace mucho tiempo, yo tenía 19 años, jugaba en la Selección y se hablaba de que podía ser su sucesor. Era una etapa muy difícil porque fue en la era post Maradona. A mí no me afectaba porque yo jugaba con naturalidad, como si lo hiciera en el potrero del barrio. Hasta que un día erré un penal y sentí que esa naturalidad que tenía se transformaba en algo más pesado, como fue la reprobación de la gente", contaba el Muñeco.