Si fue penal o no, a esta altura en el pueblo de San Martín no le importa a nadie. Lo cierto es que aquel gol de Torresi desde los doce pasos, cuando se moría el partido, le dio forma a una esforzada victoria de San Martín por 2-1 ante Aldosivi de Mar del Plata. Con el alma. Con el corazón. Apretando los dientes. Mostrando una actitud admirable para dar vuelta la historia. Porque el Verdinegro perdía tras el primer tiempo. Y lo terminó dando vuelta. Con algunos momentos de buen fútbol pero, por sobre todo, con la garra y el amor propio como bandera. Así se quedó con los tres puntos. Así manda de nuevo en soledad. Y tendrá que ganar Unión de Santa Fe si quiere alcanzarlo de nuevo. Por eso todo es felicidad en el Pueblo Viejo. Por eso anoche su gente sacó en el final la enorme bandera que tapa la gran popular Norte y se hizo eco de los cantos y de los fuegos artificiales, que se están haciendo costumbre cuando el equipo juega de local. Porque gana. Porque suma. Y todos agrandan sus ilusiones.

No largó como una noche buena. Es que San Martín, atacando desde el principio, se obnubiló en ir para adelante. Sólo eso pero sin razonar. Entonces Aldosivi, un equipo ordenado y puzante, se aprovechó de a poco de la situación. Empezó a explotar que el local estaba pasado de vueltas. Hizo correr la pelota y aprovechó los espacios vacíos.

Así y todo, el local empezó a contar con chances. Cuevas tuvo dos por el costado derecho. Y en una, un cabezazo de anticipo, casi la manda al fondo.

A Tonelotto se lo vio muy activo. Más de lo indicado. Porque el centrodelantero se fue desgastando. Sparapani, demasiado estacionado por la derecha, no fue el jugador que clarificó.

Cuando se acercaba el final, Aldosivi sacó provecho de lo que se le dio. Así Nasif cabeceó al gol un centro desde la derecha tras un tiro libre. Baldazo de agua fría en Concepción y a descansar en el entretiempo.

Y el complemento fue otra historia. Es que el Verdinegro salió decidido. Con otra actitud. Hasta más pensante. Porque abrió por los costados. Llegando a los 10′, Tonelotto peinó una pelota, dudaron entre Cajaravilla y el arquero Campodónico, y Walter Cuevas le pegó con los cordones y la mandó al fondo despacito. Delirio. Porque era un volver a empezar, con la diferencia que era otro San Martín.

Con los minutos, el equipo de Hrabina tuvo varias chances. Aldosivi también. Hasta que llegó el penal -incorrecto por completo, porque la pelota le dio en el cuerpo a Cajaravilla y no en el brazo- y Torresi facturó sin temblarle nada.

El 2-1 y a cobrar. Valió por la actitud. Por el corazón. El fútbol es eso y, como San Martín lo tiene como bandera, se quedó festejando. Nadie le puede discutir esa alegría.