Vaya si pasaron cosas entre aquel 22 de marzo pasado y éste presente de San Martín. De aquella goleada 5-1 a Olimpo a la decepción final de anoche contra Instituto en Concepción. Ocurrieron tantos cambios. A saber: Se fue un técnico y llegó otro; le rescindieron el contrato a ocho jugadores del plantel; el Verdinegro se quedó sin posibilidades de pelear por un ascenso a Primera y ahora debe conformarse con engordar el promedio del descenso. Casi dos meses transcurrieron del triunfo sobre los bahienses, al empate en el segundo minuto de descuento contra los cordobeses. Seguramente tras la victoria más abultada de la temporada nadie imaginó que esa noche de domingo -igual que ayer- sería hasta el momento la última vez que San Martín sumó de a tres en casa. Exactamente dos meses y dos días atrás. Encima anoche, cuando parecía que la racha llegaba a su final y así el Roly Rodríguez festejaría su primera alegría en casa como DT, el grito quedó atragantado.
El triunfo sanjuanino se basaba en la garra más que en el buen juego. Cierto es que maniató a un equipo que juega muy bien como el de Jorge Ghiso, que en estos momentos está en zona de Promoción para buscar ascender. Le tapó las descargas a los volantes y le hizo daño con las apariciones de la figura del encuentro: Roberval, por lejos el más ovacionado de la gente. Fue justamente un zurdazo del moreno lo más peligroso de la etapa local para el Verdinegro, al que le faltó más desequilibrio por los costados ya que Seri y Díaz fueron pocos abastecidos. Instituto sólo inquietó con un derechazo a la salida de un córner de Frontini que reventó el travesaño. El resto fue pura impotencia cordobesa.
El entusiasmo y el ingreso de Plaza por el lesionado Damiani, inclinaron la cancha hacia el arco de Tombolini. Fue gracias a esa entrega sin límites del pibe Más, que luchó una pelota perdida, que nació el gol de Roberval, quien definió cruzado ante la salida del uno. De ahí en adelante, a San Martín lo mató el inconciente. Se fue metiendo demasiado atrás cuidando más de la cuenta esa alegría en casa que se le viene negando. Aguantó bien, pero con el riesgo siempre latente de hacerlo muy cerca de Pocrnjic. A punto estuvo Tavio de definirlo con un frentazo, pero se fue desviada la número cinco. Era alegría. Hasta que en el minuto 47 (el árbitro Castro adicionó tres) el central Moreyra se dio vuelta con la habilidad de cualquier nueve y mando el centro letal. Gagliardi, quien estaba lesionado y no salió porque no habían más cambios, sólo debió empujarla. Silencio atroz en el Hilario Sánchez. No era para menos, la Gloria debe esperar…

