Qué penoso favor le hicieron antenoche a Marcela Acuña los señores que consumaron su escandalosa victoria a expensas de la jamaiquina Alicia Ashley y qué indignante es comprobar que en nombre de "la ley del local y del visitante" el boxeo sigue consintiendo problemas de esta índole.
La semana última, sin ir más lejos, el mendocino Juan Carlos Reveco bien pudo haber sido en México tan víctima como lo fue Ashley en Buenos Aires.
De hecho, un desvergonzado juez azteca otorgó cuatro puntos a favor de su compatriota Francisco Rosas, en una pelea que, pese a algunos desniveles, Reveco había gobernado con significativa claridad.
Para su suerte, Reveco intensificó su presión en los tres rounds finales y disipó las inquietantes dudas que, pruebas al canto, tenían las dos personas que lo vieron ganador por un par de puntos.
Y en realidad el muchacho había ganado por cuatro puntos, o más, salvo que hayan cambiado los indicadores que permiten establecer quién es quién en un cotejo entre boxeadores.
Desde que el boxeo es boxeo gana quien pega más o quien pega mejor, en caso de una definición categórica, amén de valoraciones asimismo gravitantes como el dominio estratégico, el manejo de los ritmos, la intensidad, la variedad de recursos, el porte, etcétera.
Pues bien, Reveco en Cozumel y Ashley en el Luna Park, aunque por caminos diferentes, y con lo específico de cada caso, controlaron la pelea en absolutamente todos los conceptos esenciales.
De tal suerte, no hay manera de justificar el despojo sufrido por la jamaiquina, ni siquiera al amparo de la añeja certeza de que el boxeo es un deporte de apreciación. ¡Pero ojo, sólo hasta cierto punto!
Sólo por el camino de la impericia o de la abierta impudicia, o por ambos, puede haberse concluido que Acuña fue superior a Ashley.
Y Acuña no necesitaba de tan indecoroso favor para abocarse al último tramo de su campaña y afrontar su anunciado retiro.
Vencer a Ashley era su examen pendiente, tal fue concebida la organización del combate. Pero si una cosa son las intenciones y otra cosa son las consumaciones, mejor hubiera sido aceptar la realidad: Ashley es la horma de su zapato.
La jamaiquina no tenía la culpa de que se la convocara a una fiesta ajena y la formoseña podía prescindir de tan sospechoso regalo: es la pionera del boxeo femenino en la Argentina, es una gran deportista, es fuente de una fervorosa adhesión popular, ¿qué más?
Ashley ganó en el ring pero perdió en las tarjetas, Acuña ganó en las tarjetas pero perdió en el ring.

