“No me terminó de convencer la organización de éstos Juegos. Yo ya llevo seis y, en los anteriores, creo que se hicieron mejor las cosas…”. La frase pertenece a uno de los técnicos sanjuaninos. Y refleja la opinión prácticamente de todos quienes antes asistieron alguna vez a las ediciones de los Juegos Binacionales.
En realidad, se puede englobar en el concepto de aceptable a la organización de los Juegos desarrollados en Santiago, la capital de Chile. Es que por un lado, los anfitriones presentaron estadios espectaculares. Como el CEO (Centro de Entrenamiento Olímpico), el CAR (Centro de Alto Rendimiento), la piscina de la Municipalidad de Peñalolén y, por supuesto, el mítico Estadio Nacional. Además, en la generalidad de los casos, los horarios se cumplieron casi a rajatabla. Esto hizo que los distintos encuentros se desarrollaran con total normalidad.
Además, el sorpresivo temblor -de 5,7 grados en la escala de Richter- demostró que en Santiago todos están preparados para evitar desgracias. En el natatorio, por ejemplo, los encargados de seguridad y los mecanismos de defensa funcionaron rápidamente y en menos de cinco minutos el lugar ya había sido evacuado. Esa prevención es vital en lugares sísmicos. Algo para que los sanjuaninos imiten.
Los problemas estuvieron en otro lado. En la hotelería, por ejemplo, donde hubo lugares no apropiados para este tipo de competencias. Inclusive, para los periodistas, se hizo todo complicado por carecer de Wifi en las habitaciones de esos hoteles, lo que es imperdonable a esta altura.
Luego, en cuanto a traslados a las distintas sedes, fue un suplicio tener que movilizarse a distancias no muy cercanas ante un tránsito decididamente insoportable en las horas pico. Inclusive, la sala de prensa anunciada, casi que ni funcionó como tal y si se debía recurrir a la organización para averiguar otros resultados se hacía muy difícil. Un caso ejemplo, es cuando dieron que el equipo sanjuanino de tenis femenino había perdido en el partido por la medalla de bronce, algo que fue al revés ya que las chicas dirigidas por Romina Puglia habían ganado. La comida que se les dio a los deportistas fue básica. Apenas un plato principal (pastas en su mayoría), un vaso de jugo y un postre. Nada fuera de lo común para que los chicos se sintieran felices y motivados por un día al menos.

