La sanjuanina Cecilia Román retuvo su corona mundial gallo de la FIB de la manera menos esperada. Con un fallo que, por extemporáneo se transformó en absurdo y generó sorpresa, primero, e indignación después, porque a la vista de todo el mundo -sin comerla ni beberla- quedó como una victoria “a lo Pirro” de la sanjuanina quien había dominado de gran manera el primer asalto del combate, conectando más y mejor. Dominando las tres distancias y complicando con su velocidad y precisión a la retadora venezolana que en un pasaje del round inicial debió aferrarse al cuerpo de la campeona mundial para no perder la verticalidad. Justamente en esa vuelta de apertura, ganada con claridad por la boxeadora dirigida por Juan Ledesma, se produjo el hecho que condicionó el desarrollo posterior de la pelea. Hubo un cabezazo, al que el árbitro Hernán Guajardo consideró intencional de parte de la boxeadora visitante.
El choque de cabezas dejó un corte sobre la frente de la sanjuanina que había logrado en esos dos minutos iniciales, pasar de la ansiedad por tratar de conectar rápido a su adversaria a la serenidad de elegir bien sus envíos y tenerla sentida.
Y, como en la primera vuelta había marcado diferencias con su velocidad y efectividad, Cecilia salió a combatir en la segunda vuelta demasiado apurada, como queriendo definir la pelea con una mano. En realidad, acertaba el 80 por ciento de lo que tiraba; pero se olvidó que en su récord no hay victorias por la vía rápida y que su rival, de 14 victorias había logrado 11 antes del límite. En ese devenir de tratar de “sacarla” tirando desde todos los ángulos y, en algunos instantes perdiendo la línea y quitándose espacio al entrar primero con las piernas al fragor de la lucha, recibió un derechazo pleno en la mandíbula que la mandó a la lona. Si bien se paró rápido, estaba visiblemente conmocionada. La mano fue neta y clara. En otras circunstancias, si la sanjuanina no hubiera estado tan bien entrenada, posiblemente habría sido letal.
El tema. El gran tema. Fue lo que ocurrió después. Tras la cuenta de protección el árbitro llamó al doctor Enrique Arancibia para que decidiera si Roman podía seguir combatiendo por el corte. En pocas palabras le tiró la responsabilidad al médico. A quien no llamó en su momento cuando se produjo el choque de cabezas. Si Román no podía seguir en el segundo round por la lastimadura, tampoco podría haberlo hecho en el primer asalto, momento en el que debería haberse determinado la descalificación de la venezolana.
Haber decidido el fallo que dio, luego de la circunstancia de la caída de Cecilia, determinó que, hasta con razón, Lozano se sienta despojada de una chance clara para ganar el título.
Dos suspiros
Cecilia Román salió a demostrar quien era la campeona y, con movilidad constante y una clara actitud ofensiva se quedó con la vuelta. Boxeó mejor y pegó más. Con un cross tuvo sentida a Lozano, quien intentando sobrevivir metió el cabezazo de la polémica.
El segundo asalto tuvo de todo. La presión desprolija y desesperada de Román quien salió a definir todo olvidando que frente a sí tenía a una rival de manos picantes. Se comió una contra neta y de allí se desató la tormenta de desaciertos y desprolijidades.