Desconocido. Irresoluto. Dudando en todos los movimientos y ofreciéndose para que lo lastimen. Esa fue la imagen que dejó este San Martín desde lo futbolístico y lo anímico para perder merecidamente contra Atlético Rafaela en el último partido de Pablo Lavallén como entrenador Verdinegro.

Si algo que siempre distinguió a este modelo Verdinegro era el buen trato de la pelota y el vértigo por los laterales pero contra La Crema no jugó ni lastimó por los costados, fracasando en estos puntos nombres particulares como Marcos Gelabert en la conducción y la salida clara además de Emanuel Martínez y Montagna por los laterales del mediocampo.

Sólo Lugo se salvó del incendio que fue ese mediocampo que además de no tener posesión y de no poder generar, partía y alargaba al equipo para sufrimiento de la última línea que, de extra, se equivocó cuando no tenía que hacerlo como en el primer gol de Rafaela cuando Lazaroni y Casierra fueron a la misma pelota y el anticipo de Albertengo los dejó mal parados ante Gudiño.

San Martín fue otro. Lejos de aquel que jugaba siempre, que no tiraba pelotazos al voleo y que se defendía con orden y con la tenencia de la pelota como lo hizo ante San Lorenzo o ante River, por ejemplo. Se desdibujó el modelo.

Los cambios no surtieron el efecto esperado y el final cantado y previsible no fue otro que un amargo final para un ciclo que ofreció buen fútbol.