Otra vez. La historia que se repite. No importa la disciplina. La pasión puede más. La misma que te puede dejar sin nada por tener las pulsaciones altas. De nada sirve festejar antes. Todo tiene que ser a su tiempo. Y por eso existe ese tiempo que marca el inicio y el término de un partido. Comerse la uñas, rezar, no mirar, todo eso vale. Pero invadir la cancha no. Nunca. Las reglas hay que respetarlas. No romperlas. La fiesta siempre tiene que ser completa. Por eso se llama fiesta. Para que aquellos que fueron mejores pueden elevarlo y gritarlo. Ese tendría que ser el desenlace. Ese mismo que no fue ayer en la Boutique. El mismo que por ahora no lo deja colgarse en el pecho la tercer estrella a la Villa Obrera como campeón del Torneo Oficial doméstico. Porque rompió las reglas. Porque no supo esperar. Tenía todo y quién dice que tras el informe del árbitro pueda perder todo. Es difícil. Prácticamente una utopía. Pero por qué tener que esperar varios días para saber el fallo. ¿Por qué? Cuando estaba a sólo 8 minutos de la felicidad plena. No aguantó. La sangre y la pasión lo traicionó. Y esto no es sólo para los hinchas de la Villa. Ayer les tocó a ellos ser el centro de la suspensión de un partido clave que ponía un título en juego. Esto siempre pasa. Esto es una constante. Nada, absolutamente nada se festeja antes que suceda. Por respeto al otro. Porque con la consagración en el bolsillo y la historia ya sellada, la felicidad no sólo es plena, sino eterna. Pasó ayer, pasó antes, y seguramente seguirá sucediendo porque la pasión es más fuerte. Porque el tiempo parece eterno cuando solamente es cuestión de segundos. Pero, ¿cómo controlarlo? No hay que justificar a nadie. Hay que tomar recaudos y frenar esa invasión. Hay que darle tiempo al tiempo. Porque en estos tiempos modernos, donde todos se quieren llevar por delante a los demás, el deporte, ese que une multitudes y comparte pasiones, no puede tampoco tener una fiesta completa. Simplemente porque te lleva a que una casi segura felicidad, termine incompleta y por qué no, sin felicidad.
