Desligando su responsabilidad en la polémica sobre si fue o no fue gol, el que primero convalidó y luego anuló por mandato del VAR; donde como corresponde se apoyó en el asistente Juan Belatti que levantó su banderín y corrió hacia el medio de la cancha, indicando que la pelota había entrado; el árbitro principal del superclásico Yael Falcón Pérez tuvo una actuación que no estuvo a la altura del nivel futbolístico y emocional que tuvo el partido.
Habló demasiado con los jugadores, y en tres jugadas no tuvo la personalidad para expulsar a jugadores que cometieron faltas que en otro contexto merecían la tarjeta roja, como la plancha de Colidio en la pantorrilla de Zenón (27′ ST), el puñetazo de Solari en la nuca a Blanco (47m. ST) y el insólito patadón que Figal le aplicó a Enzo Díaz a la altura de las costillas a los 50′ ST.
En lo técnico no estuvo tan desacertado, se puede discutir su apreciación en una que en otra jugada, pero desde el aspecto disciplinario no aprobó el examen porque debió hablar menos y ser más estricto.