Como dijo Machado, España hace su camino al andar. El imprevisto del cambio de entrenador lo resolvió de manera enérgica y el vestuario estuvo a la altura de las circunstancias, digirió la pérdida de dos puntos iniciales arrebatados por el genio de Cristiano Ronaldo y cumplió sin belleza la obligación de ganarle a Irán.
El camino, es cierto, a veces está lleno de dificultades. Y a veces, para seguir, hay que saltar murallas. Irán le construyó una sólida que sólo la fortuna permitió derribar con un gol rocambolesco de Diego Costa. Tanto caminó España hasta la montaña, que al final encontró a Mahoma. No fue la España “de charanga y pandereta” de la que hablaba Machado sino la España del sufrimiento de Lorca.
Golpe a golpe, pase a pase, verso a verso, España construye sus triunfos como consecuencia lógica de su juego. La identidad, el bien más preciado, siempre está a salvo. Tuvo suerte Portugal. Resistió Irán como hace cuatro años ante Argentina, quebrado recién en el minuto 91 con un gol de Messi.
“En dos días no se puede tocar un trabajo de dos años” había advertido Fernando Hierro cuando le tocó ocupar el lugar de Julen Lopetegui. Cumplió. Irán no era Portugal y movió piezas. Le devolvió la titularidad a Carvajal en el lateral derecho que en el estreno había sido de Nacho. Sacó un volante, Koke, para buscar profundidad por una banda, y dio la alternativa a Lucas Vázquez. No cambió la idea, firme, innegociable, como avisaba Isco: “Es impensable que tiremos un pelotazo desde el fondo”.
El fútbol está plagado de lugares comunes y frases hechas. Una de ellas es “sistematización”, como sinónimo de previsible, anunciado, aburrido. España es la selección más sistematizada del Mundial. Todo el mundo sabe lo que va a ocurrir. Ocurre y ocurre bien. El asunto es que ese “sistema” está encajado en el concepto obvio de la tenencia de la pelota (¿se puede jugar sin la pelota?) la dinámica del movimiento constante, la ocupación del terreno y los cambios de velocidad. Eso lo puede hacer cualquiera. El valor agregado que hace distinta a España es la suma de técnica, jerarquía y confianza de sus futbolistas.
El coro se despliega ni bien De Gea tiene la pelota. Piqué y Ramos van a los vértices del área; Carvajal y Alba se abren a las bandas, retroceden Silva e Iniesta y Busquets baja a buscar la salida. Empieza el movimiento. Como el antiguo Barcelona. Xavi alguna vez lo definió bien: “Si la pelota le llega a Busquets, estás muerto”.
No hubo show, esta vez, sino esfuerzo de pico y pala. Hecha la diferencia, Irán tuvo que salir y se abrieron los espacios. La última media hora permitió ver la versión de La Roja más parecida a la de sus buenos momentos, a pesar de ciertas zozobras en el fondo.
Sin lucir, España cumplió. En fase de clasificación valen más los puntos que el estilo. España no renunció a él sino que con él llegó a los puntos. Adeuda el brillo, mérito iraní con su táctica-1-10, demolido en esa jugada fortuita de Diego Costa. Y no sin falta de polémica con el gol anulado por un offside de microscopio.