En el fútbol argentino actual de la escasez de técnica y habilidad, los protagonistas se destacan por sus palabras. Por lo que acusan, insultan o endilgan a sus rivales de ocasión. No vende más el que gane y juega bien (incluso siendo muy escasos los ejemplos), sino el que genera más polémica. Ayer se completó una semana repleta de dardos dialécticos: de Ramón Díaz contra el mundo Boca, de Gerardo Martino contra el árbitro, Juan Pablo Pompei, quien no se calló y se los devolvió. Del planeta Lanús apuntando a otro árbitro como Germán Delfino. Y así pueden seguir los ejemplos en un fútbol que marca de cuerpo entero su decadencia pues la pelea más atractiva se da por saber qué equipos perderán la categoría, con el morbo que implica que Independiente pueda hacerlo por primera vez en historia, que en la disputa por determinar el campeón.

"’Para los chicos de Boca, chupetines”. "’Hay algunos que no entienden el juego. Macri era más vivo”. Fueron dos de las frases de cabecera del técnico de River, Ramón Díaz, tras el 1-1 en el superclásico hace ocho días en la Bombonera, donde el buen fútbol dijo ausente sin aviso. El dirigente xeneize, el verborrágico y muchas veces desubicado, Juan Carlos Crespi, le respondió directo: "’Es un bufón y cobarde”.

El ambiente futbolero se alimentó toda la semana de este ida y vuelta. No hubo casi análisis del pésimo partido que brindaron los dos en la Bombonera. No en vano se extraña tanto a los jugadores de buen pie. A cuenta gotas y dando ventajas claras desde lo físico, Román Riquelme brinda algo distinto. Su pisada, sus cambios de frente, esa mirada bien levantada y la pelota al pie son imágenes en extinción. En La Plata se frotan las manos pensando en el regreso de Juan Sebastián Verón para darle a Estudiantes esa mística que perdió cuando él se bajó del profesionalismo hace tan solo cinco meses.

Por Gerardo Alaniz

Diario de Cuyo