Hace 20 años la Copa Libertadores y Martín Palermo establecieron un diálogo que alumbró un suceso legendario: a falta de segundos para que Boca elimine a River en cuartos de final, el "Loco" convirtió el gol bautizado como el del "muletazo".
La alegoría traumatológica derivó de fuentes diversas: Palermo ocuparía un lugar en el banco de suplentes después de la rápida convalecencia y puesta a punto de la grave lesión que había sufrido el 13 de noviembre de 1999 en la cancha de Colón de Santa Fe.
En el llamado "Cementerio de los Elefantes" había jugado un buen rato con el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha hecho trizas, sin perjuicio de ingeniárselas para anotar su gol número 100 por torneos oficiales de la Argentina.
Sin embargo, la dimensión de la lesión propiamente dicha, lo delicado de la intervención quirúrgica y los meses de inactividad suponían un enorme interrogante: ¿volvería a ser el implacable el "Optimista del gol" que había retratado Carlos Bianchi
Boca ya había jugado nueve partidos sin Palermo: seis del grupo clasificatorios, dos de octavos de final con El Nacional de Ecuador y el de ida con River por cuartos de final, en el Monumental, donde el milimétrico tiro libre de Juan Román Riquelme había resultado insuficiente para impedir una derrota de 2-1.
En ese contexto Palermo sería una carta de recambio que Bianchi no hesitaría en emplear, y como se descontaba que el miércoles 24 de mayo de 2000 estaría en el banco de suplentes local en la Bombonera, en la conferencia de prensa de rigor se consultó al respecto al entrenador de River, Américo Gallego.
"No hay problemas, si ellos ponen a Palermo, yo pongo a (Enzo) Francescoli", ironizó el "Tolo", en explícita alusión al crack uruguayo retirado en 1997.
Ya en la cancha y con la pelota en movimiento, River sufriría todos los problemas posibles y en cambio para Boca sería una noche perfecta, de fábula, incluida la de Palermo.
Abrió la cuenta Marcelo Delgado a los 14 minutos del segundo tiempo y a los 39 aumentó Riquelme, de penal, con lo cual Boca sacaba una diferencia que lo habilitada a jugar una semifinal con América de México, que el miércoles 17 había dejado en el camino a Bolívar de La Paz.
Antes del "muletazo", el propio Riquelme escribió una de sus páginas doradas: presionado por la línea de cal, hilvanó pisada y caño, de espaldas, ante un azorado Mario Yepes.
(Años después, Riquelme pondría de relieve la integridad del defensor colombiano: "Siempre digo que tiene más mérito Yepes que yo, porque creo que cualquier jugador de fútbol hubiera pegado una patada. Él me siguió hasta el córner y no hizo nada. Creo que eso es más de hombre que haber tirado un caño en ese partido").
Pasados los 30 minutos de la segunda etapa, Bianchi indicó a Palermo que comenzara a calentar, desde las tribunas locales bajaron los aplausos y los cánticos de rigor, hasta que a los 36 salió el santiagueño Alfredo Moreno y entró el héroe de la película.
El árbitro Ángel Sánchez ya contemplaba dar por terminado el cotejo cuando en potestad de un cómodo control de la pelota, con el adversario resignado a su suerte, Boca hilvanó la jugada con rúbrica de apoteosis: Sebastián Battaglia combinó con Riquelme, el número 10 devolvió la pelota con su consabida precisión y en posición de extremo izquierdo Battaglia habilitó hacia atrás, a Palermo, que prácticamente no había entrado en juego.
Si Palermo era un futbolista lento, qué decir después de tanto tiempo fuera de la competencia oficial, pero los defensores de River declinaron responder de forma activa, bloquear o perturbar al goleador y tras un breve suspenso cinematográfico el pie izquierdo impulsó la pelota al ras, lejos de las posibilidades del arquero Roberto Bonano.
Ese gol, del que mañana se cumplirán 20 años, consta en el top cinco elegido por el propio Palermo en una carrera que comprendió 297 anotaciones en 610 partidos, incluidos sus temporadas en Estudiantes de La Plata, Villarreal y Alavés de España y la Selección Nacional.
Los otros cuatro son el de la mitad de la cancha a Independiente, el de cabeza a Vélez de 40 metros, el de la célebre noche de Argentina-Perú bajo la lluvia y el del Mundial 2010 a Grecia en el Peter Mokaba Stadium de Polokwane.