El ferrocarril fue sinónimo de progreso en cada rincón del mapa que tocó, sea el continente que sea. Argentina supo explotar y aprovechar los beneficios del legendario Ferrocarril Central Norte Argentino que nació a la vida económica desde la unión empresarial de Buenos Aires y Córdoba en 1885. Dos años después, de Córdoba se amplió el espectro a Tucumán cerrando así un circuito que movilizó toda la economía regional de Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe para llegar a Buenos Aires pero claro en ese trayecto se incluyó a San Juan con la estación Albardón, donde surgió una singular historia que emparenta a varios clubes con el mismo nombre, con el mismo origen pero con presentes muy dispares. Todos Central Córdoba y repartidos desde Tucumán hasta Rosario, pasando por La Laja, en el norte albardonero.
Cinco son los equipos que llevan ese nombre común: Central Córdoba de Tucumán, Central Córdoba de Santiago del Estero, Instituto Atlético Central Córdoba, Central Córdoba de Rosario y el más joven y tal vez el más humilde de todos ellos, Atlético Instituto La Laja.
El primero en salir a la vida fue Central Córdoba rosarino en octubre de 1906, después el Central tucumano en 1914, luego Instituto de Córdoba en 1918, más tarde el Central Córdoba de Santiago del Estero en 1919 y el 21 de julio de 1929 Instituto La Laja de San Juan le puso fecha a su fundación. Excepto el Central Córdoba de Tucumán, que tiene un perfil más social en plena capital tucumana con buena infraestructura y varios detalles más, el pariente más pobre de todos los Central Córdoba que nacieron al costado de las vías del tren es Instituto La Laja de Albardón que hoy logró normalizar sus autoridades, que está por renovarlas pero que busca volver a jugar como local en su cancha, mientras su playón – tal vez su gran orgullo- hoy lo potencia entre clases de zumba, gimnasia y tal vez la posibilidad de jugar hockeypista.
Les falta todo y les sobra amor por la camiseta. Son visitantes eternos en los torneos de la Liga Albardón-Angaco y hoy presididos por Alejandra Perona intentan salir adelante.
En el cruce de Amarfil y calle La Laja está la sede social, cuna de históricos bailes y que hoy tiene solamente clases de zumba los martes y jueves y que se está acondicionando para el futsal en poco tiempo más. Más adelante, a unos 100 metros y al costado Norte del ramal del ferrocarril, está el campo de juego donde sin vestuarios, con chepica y sin alambrado olímpico, las Inferiores de la Laja (Quinta, Sexta y Séptima) juegan en la Liga albardonera.
Las comparaciones son siempre odiosas pero sirven para demostrar qué y cuánto tienen o no cada uno. La Laja, compartiendo hasta los mismos colores que Instituto de Córdoba, nunca llegó a jugar en Primera División como sí lo hizo La Gloria cordobesa o jugar la Copa Argentina como Central Córdoba de Rosario o la B Nacional como Central Córdoba de Santiago del Estero. Es el pariente pobre que pelea por subsistir con los pocos hinchas que le aportan y con su mayor tesoro que es el amor por esa camiseta, la de los Diablos Rojos de La Laja.
