Gustavo Villarruel atraviesa su mejor momento desde que llegó a San Martín en enero de este año. La luchó, mucho, demasiado, soportó lesiones y corrió desde atrás para hacerse su lugar. Casi como una historia de vida y de resurgimiento. Virtudes tiene, pero oportunidades le faltaron, aunque cuando le llegó no la dejó pasar. Hoy es pieza clave en la estructura de Pablo Lavallén, y con la confianza del DT más sus cualidades, el domingo en el Monumental tuvo su alegría más grandes desde que debutó en Primera en marzo de 2014 (con la camiseta de Colón frente a Godoy Cruz) al marcar el gol del empate verdinegro 1-1 frente a River, que lo gritó con el alma, silenció el Monumental y cortó una racha personal de 14 meses sin convertir. Fuera mufa para un punto de oro.
“No sabía cómo festejarlo, si ni me acordaba lo que era marcar un gol, pasó tanto tiempo desde el último que ni me acuerdo”, relató el volante ofensivo, que con Lavallén encontró su lugar como carrilero por derecha aportando su velocidad final en la delantera. Y que en la reciente pretemporada el técnico lo puso siempre en el equipo ideal, sabiendo que con su cambio de ritmo, que es su marca registrada, más la gambeta y capacidad para encarar, lo posicionaron por encima del resto de sus campañeros. Situación que no había ocurrido cuando llegó al club.
Y es que su último gol había sido el 18 de julio del año pasado, cuando por la fecha 17 y jugando para Colón, le marcó a Lanús. Aunque el Granate lo dio vuelta y le ganó 2-1 en Santa Fe.
14 meses debieron pasar para que festejara la emoción más grande que da el fútbol y ésta vez sirvió para frenar a River y darle continuidad a un San Martín que viene jugando de igual a igual sin importar el rival. “Hacía mucho que no hacía un gol y volver a marcar, y que encima haya sido en una cancha de la magnitud del Monumental vale mucho para mí”, recordó el santafesino de 24 años, que desembarcó en el equipo de Concepción cuando se había quedado sin lugar en el Colón que dirigía Darío Franco.
“Me costó mucho trabajo y sacrificio ganarme un lugar en este equipo porque las distintas lesiones cuando llegué me impidieron ser titular y tuve que pelearla, por eso hoy estoy muy contento porque voy encontrando mi lugar, marcando un gol que a mí y a San Martín le sirven muchísimo, porque toma mayor relevancia por ser en el Monumental y porque el sacrificio contra River fue muy grande. Todo eso me pone muy feliz”, resaltó el “Pini”, que debutó en San Martín recién en la 10ma fecha del torneo pasado, en la derrota 4-3 frente a Huracán, cuando ingresó a los 16’ del segundo tiempo en lugar de Lucas Salas.
Y en sus declaraciones tras el empate contra River al que llegaron por actitud, equilibrio, sacrificio y atrevimiento, y que pese a la felicidad que embarga a Villarruel, no se olvidó de la chance que desperdició en el primer tiempo y por ello el desahogo que cayó a los 12’ del complemento. “Había tenido una y la tiré afuera (derechazo cruzado que pasó cerca del palo), pero en la segunda la historia cambió y la pelota entró”. Lo que vino después fue una larga carrera con ambos puños apretados y el grito de gol eterno.
El abrazo con Ezequiel Montagna (fue quien lo habilitó y le puso la pelota para que definiera en base a su oportunismo), más Sebastián Navarro y Marcos Gelabert en primera instancia, fue el fruto de una jugada colectiva y con pelota al piso que es lo que pregona Lavallén y que se cerró con la felicidad más grande que el “Pini” vivió en su carrera, porque el grito que se hizo esperar llegó merecidamente ante River y en el Monumental.
