Son momentos indescriptibles. Que se sienten bien adentro. Es posible que sólo el deporte pueda generar situaciones de profunda emoción, de desahogo y alegría, todo al mismo tiempo. Anoche, San Juan fue testigo de uno de los logros más importantes del vóleibol argentino, de un hito sin precedentes: Argentina le ganó a Francia en la última fecha de la fase regular de la Liga Mundial y se metió por primera vez por mérito deportivo en la ronda final del torneo, es decir, quedó entre los mejores seis seleccionados y desde el miércoles luchará por el título.

Fue 3 a 2 para el equipo de los gladiadores, en un partido que tuvo picos muy altos de intensidad, en el que Argentina vivió momentos críticos, en los que pasó de ganar a perder, a quedarse sin nada. Y en donde la gente empujó y empujó para que la selección pudiera dar vuelta el marcador. Y lo logró, sufriendo, renegando, hasta peleándose con el rival.

La selección albiceleste necesitaba tan sólo de dos sets para lograr la histórica clasificación. Pero transpiró mucho para conseguirlo. Porque Francia no se entregó, porque Argentina quedó contra la cuerdas. Pero pudo salir porque supo reaccionar a tiempo.

Tras ganar el largo primer set (32-30), en donde Argentina necesitó de 7 set balls y en un momento, hasta quedó a un punto de perder, la cosa parecía encaminada. Había hecho el 50 por ciento del trabajo necesario.

Sin embargo, a partir de entonces, todo se puso cuesta arriba. El equipo de Weber perdió consistencia, decayó en la defensa y perdió peso ofensivo. Puntos altos en todo el torneo, aflojaron; como Spajic (reemplazado por Porporatto) o Scholtis (entró Lucas Chávez) y hasta el líbero Meana.

Francia tuvo en su líbero Exiga a un hombre clave, que devolvió todo, y a un intratable Marien Moreu, con notables 28 puntos. Los galos dieron vuelta el marcador y se pusieron 2-1, a un paso de dejar mudo a las 9.500 incansables almas sanjuaninos.

Y fue entonces que apareció es espíritu guerrero que está caracterizando a esta selección. Empujado por el público, fue construyendo punto a punto el set que le bastaba para alcanzar la gloria. Con Chávez tirándose el equipo al hombro, Argentina ganó el parcial a pura actitud y el estadio se vino abajo. No había terminado el partido, pero los suplentes entraron al campo de juego y se abrazaron. Hubo lágrimas, abrazos. Un momento histórico.

El tie break encontró a Francia derrumbado y a una Argentina exultante. El Cantoni bullía. Fue victoria por 3-2, con el alma, con la gente, con el corazón. Fue un momento único. De esos indescriptibles.