¿Lo habrá soñado de niño cuando vivía dentro de su amado Concepción Patín Club siendo sus padres caseros de la institución? ¿Imaginaba entonces que su nombre y apellido, ya no sólo como jugador de elite mundial como fue, sino también como entrenador, iba a situarse en un lugar donde hasta anoche no había nadie? Está claro que José Luis Páez sabe de logros, de hacer historia, de conseguir cosas que parecían increíbles, pero con este título en su rol de entrenador de la albiceleste se metió en otra dimensión. Es que el Negro, a sus 53 años, se convirtió en el único argentino en coronarse campeón mundial tanto de entrenador como hockista.
Con los patines puestos, Páez sumó dos vueltas olímpicas ecuménicas como fueron en "Recibe 1995" y "Reus 1999", donde incluso tuvo la posibilidad de compartir plantel con su hermano, David. A ello hay que anexarle que fue integrante del equipo campeón olímpico en "Barcelona 1992". La ingratitud que a veces tiene el deporte y la vida misma, quiso que Páez en su última acción como jugador fuera quien marró el penal final en la definición ante España en el 2001, justamente en el Aldo Cantoni, y que finalmente le dio la gloria a los europeos.
Luego de una vida repleta de títulos y veneración como un auténtico ídolo como fue en el Barcelona primero y luego en el eterno rival del blaugrana, el Reus, ese disparo quiso que fuera el cierre de su vida con la albiceleste en el pecho.
Pero, el destino le tenía una nueva chance. Otra oportunidad. Acaso, la anhelada revancha, la cual llegó quizá más tarde de lo esperado. Tras el alejamiento de Darío Giuliani como entrenador tras los World Skate Games de "Nanjing 2017", Páez asumió el mando en la Mayor. Formó su grupo de trabajo tanto de su cuerpo técnico como en las otras divisiones: en damas con Jorge Otiñano y el Sub-20 Juan Manuel Garcés.
En "Barcelona 2019", precisamente en la ciudad donde se hizo un nombre propio inmenso y fue referentes de varias generaciones, condujo a la Selección por primera vez en un Mundial. Con su impronta, ideas, esquemas y profesionalismo a full, se quedó, como todo el plantel, en las puertas de la gloria. El arquero portugués, Ángelo Girao, tuvo el rol de villano para arruinar la alegría final. No hubo caso ese domingo en el "Palau Blaugrana".
Y Páez, como la gran mayoría de su cuerpo de trabajo y los hockistas, tuvo en San Juan la ansiada revancha. El DT se sacó esa espina que tenía adentro y lo hizo con su sello. A lo largo de los seis partidos acertó en la mayoría de sus decisiones. Le brindó su sabiduría al grupo desde el corralito. En otro rol, como bien dijo anoche en sus declaraciones. Pero con la certeza de saber mucho lo que hacía y predicaba. Al fin y al cabo así son los personajes únicos. Y José Luis Páez Picón lo es. No en vano por sus venas corre la misma sangre que la de los reyes: sangre azul…
Una sensación diferente
José Luis Páez dejó en claro en sus declaraciones que ser campeón mundial como DT es bien distinto a como jugador. "Me he dado cuenta hoy (por ayer) que tiene un valor agregado hacerlo como entrenador. Los técnicos somos pasantes, los jugadores quedan.
Lo difícil que tiene un técnico es hacerles entender a los jugadores que lo que uno hace es lo mejor para ellos, aunque a ellos les cueste aceptar que un técnico sepa tanto, igual o más que ellos, o los que tienen en sus clubes. Ese respeto es el que les ha costado".
Al momento de ponderar los atributos de sus hockistas, remarcó que "tuvieron fuerza para saber sufrir. Inteligencia porque en ciertas partes del partido supimos jugar con ellos y no contra ellos. Y coraje, algo enorme y único porque tras el 0-2 ganarlo lo dice todo. Es historia esto que lograron".