Desde 2004 cuando se decidió buscar una etapa que le diera otra tónica a la Vuelta, el Alto del Colorado comenzó a incidir de manera decisiva en la carrera. En muchas ocasiones entronizó al nuevo líder. En otras, como en su primera edición, adosó interrogantes que se develaban en etapas futuras.
El, por entonces, ya veterano Raúl del Rosario Ruarte fue el primer ganador. En esa oportunidad lo escoltó el entrerriano César Sigura, quien pegó el salto al liderazgo de la general desbancando a Oscar Villalobo. Sin embargo, la fortuna no estuvo de su lado porque al otro día, en la última etapa, corrida en la Avenida de Circunvalación, el zondino aprovechó que los desperfectos atosigaron al litoraleño y recuperó la malla líder.
También tuvo su historia la segunda edición, ganada por Luciano Montivero en 2015. Antes de largar la etapa el líder era Villalobo acechado a dos segundos por Guillermo Brunetta. Ante la posibilidad de que la carrera se complicara el técnico del equipo Ernesto Fernández armó un bloque que se escapó a los 10 kilómetros. Entre sus tres, de nueve hombres, viajaba el "Pato". Al subir a Las Crucecitas la diferencia era de nueve minutos, que se hicieron indescontables. El entrenador sacrificó a su pieza más importante y aseguró la victoria del equipo sorprendiendo al rival más cercano.
Cada una de los "viajes" al Colorado encierra su secreto. Influyen muchas cosas, siendo claves dos de ellas, la temperatura y el ritmo que le imponen los conjuntos que pelean por la general.
El chileno Marcos Arriagada que, por entonces venía de ganar dos Vueltas de su país, esperaba más dureza tras concluir su esfuerzo en el estreno de la etapa en la carrera sanjuanina. "Me habían hablado mucho de esta subida, pensé que debía ser para hacerla con el plato chico, pero en ningún momento lo puse".
Muchos lo tienen marcado como el día esperado. Donde no hay medias tintas. Cielo o infierno.