La final anticipada fue para Novak Djokovic. El actual número 1 del mundo se impuso a Rafael Nadal, tercero en el ranking pero rey en París por 3-6, 6-3, 7-6 (4) y 6-2 y jugará la verdadera definición de Roland Garros ante Stefanos Tsitsipas.
Asfixiante, profundo y certero, Rafa no dejó que Nole se metiera en el partido.
Aunque Djokovic presentó batalla en un game inicial que se alargó por diez minutos, Nadal tuvo un arranque arrollador. Primero, para levantar los dos primeros quiebres con aces y después para acumular cinco juegos seguidos que parecieron sacar del combate el serbio, que recién sumó su primer punto pasada la media hora de juego.
Parecía que el 6-1 se encaminaba con claridad cuando el español levantó un doble break point y pasó de estar 15-40 a tener una doble ventaja para llevarse el primer set. Sin embargo, Djokovic reaccionó, quebró y confirmó con un servicio que corrió riesgo de quiebre. Incluso, el serbio levantó seis set points hasta que Nadal encontró la llave para destrabar el desenlace y llevarse el primer set por 6-3 en 61 minutos. Con un dato: un récord de 97-0 cada vez que comenzó arriba un partido en el polvo de ladrillo francés.
Esa estadística no pasó por la cabeza del número 1 del mundo, que sacó chapa de su condición en el ranking en el inicio del segundo set, con un quiebre rápido. Sin embargo, Nadal se la recordó cuando dejó en cero al serbio y recuperó el juego para igualar el juego 2-2.
Con paciencia, esa que Nadal vapulea cuando recupera pelotas que parecen imposibles, Djokovic volvió a quebrar en el sexto game y no cedió más esa ventaja. Con determinación, levantó dos break points para ganar la segunda manga por 6-3 al cabo de 54 minutos de intenso y gran tenis.
El comienzo del tercer parcial mostró a un manacorí aplomado, impasible y batallador -fiel a su estilo- ante lo que se fue convirtiendo y era, ya esa altura, una constante en el partido: las dificultades para sostener su servicio.
Para cuando logró ponerse 2-1, le había dado a Djokovic nada menos que 12 oportunidades de romperle el saque (aunque Nole no se había quedado atrás: le permitió a Rafa 9 hasta ese momento).
Y no hubo cambio en esa tónica, lo que produjo que más temprano que tarde el serbio se quedara con su cometido: tuvo otros tres break-points en el quinto game y esta vez los capitalizó para adelantarse 3-2 y sacar.
Claro que Nadal, siempre Nadal, debe ser muerto varias veces para sellarle el certificado de defunción. Fue así que rápidamente tuvo 3 puntos para recuperar la desventaja y, aunque Djokovic defendió todo lo que pudo en gran forma (uno de ellos, con el rally más largo hasta entonces: 23 golpes), el español lo consiguió e igualó las acciones.
Como para motivar el tuit de Andy Murray, que comentó desde su casa: "No se puede jugar mejor al tenis sobre polvo de ladrillo. Es perfecto".
¿Qué ocurrió en el séptimo game? Djokovic quebró en cero. Lo que en cualquier otro partido bien podría significar un bajo vuelo tenístico, en este fue todo lo contrario: dos "devolvedores" estupendos, que minimizaron los efectos del saque rival y pusieron todo al servicio de la jerarquía.
Y la diferencia estuvo en que esta vez lo sostuvo, pese a que también tuvo un break en contra. Y sin embargo, dejó una puerta abierta y Nadal no sólo la abrió: la pateó y la tiró abajo para quebrarle y empatar 5-5, sosteniendo luego un game durísimo que lo llevó a celebrarlo con un grito desde el alma, mirando directo a su rival, que para entonces buscaba con sus ojos a su equipo de trabajo en la tribuna y les hablaba como buscando explicaciones.
Para cualquier otro jugador, podría haber sido lapidario. Sin embargo, esa bisagra no terminó de romper a Djokovic, que se sobrepuso incluso a un set point para Rafa. El altísimo nivel de ambos llegó a un esperable tie-break.
Allí, un Djokovic sin fisuras aprovechó, entre otras cosas, una volea insólitamente errada por el español y se quedó con el set 7-6 (4).
El arranque del cuarto set tuvo a un Nadal que pareció ir por todo al quebrar ya en el primer game, pero el partido había dado muestras de que eso no era garantía alguna: Nole se repuso y lo dio vuelta para quedar 3-2.
Y con un altísimo nivel, con una autoridad impropia de alguien que se enfrenta a Nadal en Roland Garros pero propia de uno de los dos hombres que pudo eliminarlo de este certamen (era junto a Robin Soderling el único que le había ganado), propia de un hombre que busca su 19° corona de Grand Slam para quedar a una de Rafa y de Federer, Djokovic aplastó en el cuarto parcial: fue 6-2 en 41 minutos y pasaporte a la final.