El sábado 28 de marzo de 2009 quedará grabado como otro día maradoniano. Es que la fiesta que todos los argentinos esperaban se diera en el Monumental de Núñez salió como para ir a dormirse tranquilos. Es indudable que el imán de Diego Maradona atrae a todos. Al compás de su nombre pasó la presentación albiceleste ante el tibio y mezquino Venezuela. Fue por las Eliminatorias Sudamericanas. Esas que dan pasajes para el Mundial del año que viene en Sudáfrica. Y, como están las cosas, nadie podrá dudar que la Argentina estará en tierras africanas.

"Ole, ole, ole, Diegooo, Diegooo". "Veni, veni, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Maradona, la vuelta vamos a dar". Las tribunas del Monumental a full. Cantando. Gritando. Saltando. Justo en el momento que terminó el partido. Diego tuvo otro día glorioso. Porque, en las tribunas y con las banderas, ganó en la previa la puja que mantiene con Riquelme por demolición. Porque sus jugadores rindieron como él esperaba. Porque del tridente que puso en ataque, los tres hicieron goles. Porque cada gesto y cada movimiento que él hacía se reflejaba con la ovación.

Maradona está afuera de la cancha. Es el técnico. Pero este equipo diseñado por él mantiene su alma adentro del campo de juego. Hubo aplausos para todos, pero tres jugadores se llevaron ovaciones. El Jefecito Mascherano, por su entrega. Messi, por su calidad. Y Tévez, por todo lo que representa. ¿Casualidad? No, amén que los muchachos jugaron bárbaro, ellos representan el corazón y la calidad que Diego mostraba cuando brilló como jugador. Eso es lo que representó la imagen. Porque encima los tres encierran lo que el técnico quiere formar en la cancha. Le dio la cinta de capitán a su jugador emblema (Mascherano), le tiró la camiseta número 10 a quien él mismo reconoce como su sucesor (Messi). Y le dio vida como titular a un jugador que es querido por todos (Tévez). La inteligencia de Maradona no sólo pasa por armar el equipo y darle vida táctica. También por movimientos estratégicos que le gustan a la gente.

Si hasta otra puja ganó el ídolo. Cuando mandó a la Brujita Verón a la cancha, en el complemento, sabía que se jugaba una patriada ante la tribuna. El jugador de Estudiantes, que no es muy querido por la masa, recibía silbidos cuando tocaba la pelota. Pero bastó que la gente se diera cuenta que de esa manera reprobaba algo a Maradona y lo empezó a aplaudir. Una chica -Verónica Suárez, de Ituzaingó- que gritaba todo el partido tiró: "Vamos Brujita, sos pecho frío pero mejor que Riquelme, que se borró. Fuerza Diego"

Ver jugar a la selección es una bendición. Más todavía si la ocasión es distinta. Como ayer. Porque parece que la premisa de todos era apoyar al ídolo, más allá de pensar en ganar el partido.

"Gracias Don Diego y Doña Tota por haber creado a Dios", decía un trapo grande debajo de la tribuna Centenario. Todo fue Maradona. De principio a fin. De entrada a salida. "Si no le entendés es porque vos no lo sentís", aclaraba otro trapo refiriéndose a Riquelme.

Maradona sabe que ganó una pulseada importante. Trascendental para sus objetivos. Para sus sueños. Porque con la goleada no sólo infló la confianza en los jugadores sino que le dejó en claro a la gente que este equipo irá para adelante siempre. No importa con qué nombres. Ni en qué condiciones. Por eso el amor por él sigue siendo fuerte. Eterno, tal vez. Porque Maradona podrá equivocarse más adelante pero ya tiene ganado el perdón.

Y seguro que la gente así como lo vivió aquí, en el Monumental y con DIARIO DE CUYO como testigo de otro día maradoniano, lo tiene que haber gozado en todos los puntos de la Argentina. Porque Diego está afuera, pero su alma sigue adentro.