Un día como hoy, pero hace exactamente 18 años, el Club Atlético Independiente Villa Obrera escribió la página más gloriosa de su historia. El equipo de Chimbas fue el primero en ascender al Torneo Argentino A y lo hizo en una temporada plagada de anécdotas que quedarán por siempre marcadas a fuego: la conformación de un “dream team” sanjuanino, la vez que Rodrigo Palacio jugó en La Boutique, las amenazas al director técnico en Bahía Blanca, el viaje a Puerto Madryn en un colectivo prestado y los goles olímpicos del “Luto” Molina.
La temporada comenzó con un 4-0 en contra ante Trinidad y precipitó la salida del DT Humberto Gómez. Víctor Hugo Cabello se hizo cargo del equipo pero por tan solo cuatro partidos, cosechando dos triunfos y dos derrotas. Con ese panorama irregular, quien tomó las riendas del equipo fue el preparador físico Héctor “Gato” Riveros, quien alternó las dos funciones hasta el final y mal no le fue. Para nada.
Tras sortear varias fases, con el correr de las fechas se fue ganando la posibilidad de aspirar a conseguir el objetivo, que era nada más y nada menos que el ascenso al Argentino A. En la ronda final tuvo que enfrentar a Bella Vista (Bahía Blanca), Defensores del Oeste (San Luis) y Guillermo Brown (Puerto Madryn), con los que tuvo diferentes anécdotas inolvidables.
En el primer partido, en San Luis, le ganó 1-0 al gran candidato que era Defensores del Oeste. Luego, la Villa recibió en La Boutique a Bella Vista, que tenía como gran figura a Rodrigo Palacio, actualmente en el Bologna italiano y con pasado en Banfield, Boca, Inter, Selección argentina, entre otros. El reconocido delantero tenía en aquel entonces, el 14 de abril del 2002, 20 años y ya vislumbraba con su calidad y velocidad, por lo que era una amenaza para la defensa del equipo chimbero.
Los sanjuaninos tomaron ciertos recaudos y el DT Riveros “aconsejó” al defensor Alfredo Galeotti que lo marcara firmemente. “Literalmente, lo cag… a patadas, pero no había otra manera de detenerlo. Tampoco se sintió cómodo por las dimensiones de la cancha, no tuvo espacios para jugar y después, con el tiempo, dijo públicamente que la cancha de Villa Obrera fue el peor estadio en el que había jugado”, contó “El Gato”.
El encuentro quedó en manos del dueño de casa por 1-0 y la próxima cita era en la lejana ciudad chubutense de Puerto Madryn, el 21 de abril. Si bien dicen que la Villa perdió “bien” aquel encuentro por 1-3, lo que más recuerdan en el seno de aquella organización fue el viaje hasta el Sur argentino. “Jugábamos el domingo y hasta el miércoles anterior no teníamos colectivo para viajar. Hablamos con Alfredo Derito (en aquella época era el secretario general del Consejo Superior) para que nos ayude y nos dijo que si no nos presentábamos íbamos a quedar descalificados. No sabíamos qué hacer, hasta que llegó una mano tremenda por parte de la familia Ruiz, que puso a nuestra disposición una unidad de la empresa Clasur para que podamos viajar. Entonces, compramos gasoil y pudimos partir”, recordó Raúl Giménez, colaborador del club. Héctor Riveros no se quedó atrás y también contó una anécdota de aquella aventura: “Debido a las precarias condiciones en las que logramos ir, tuvimos que desayunar arriba del colectivo y hasta tuvimos que bajarnos en un pueblito a comprar tortitas. Inolvidable”.
La travesía continuó en Chimbas con el empate sin goles ante los puntanos y después llegó la odisea de Bahía Blanca. Villa Obrera visitaba a Bella Vista el 5 de mayo y desde los días previos los hinchas de aquel equipo del Sur de la provincia de Buenos Aires les hicieron sentir la localía. “Acá (frente a los bahienses) ganamos con un gol sobre la hora del “Chaca” Raúl Ibaceta y hubo festejos, por supuesto, pero no nos burlamos como interpretaron ese día los visitantes. Quedó todo ahí”, comentó Riveros, sin saber hasta ese momento lo que vendría después.
Ya instalados en el hotel, los mismos ciudadanos de Bahía Blanca advirtieron a la delegación sanjuanina de que los hinchas de Bella Vista eran “bravos”. Luego de un almuerzo, Riveros le dio una hora libre al plantel para conocer la ciudad y los jugadores se dividieron en pequeños grupos para no llamar la atención de los locales. “Yo salí con Teté Navarro (masajista) y, en un momento, tuve que ir a la farmacia porque me olvidé el cepillo de dientes. Fui caminando solo y después de comprar salí y en la vereda se paró un tipo al lado mío, que no me hablaba pero que me miraba bien ‘pesado’. Seguí mi camino rumbo al hotel y el hombre me siguió, por eso a una cuadra y media quise cruzar la calle pero se me atravesó un auto y me encerraron. Entre los dos me insultaron y uno de ellos sacó un cuchillo y me lo apoyó en el pecho, yo no quería ni respirar porque sentía el filo la punta. Ahí me dijeron ‘mañana más vale que pierdan’. A todo esto solo podía mirarle la cara y el arma, que era como una cortaplumas que después se metió al bolsillo. Luego ambos se fueron, pero el del cuchillo me tocó el cuello con el dedo recordándome que al día siguiente debíamos ir para atrás. Quedé pálido, blanco”, recordó el entrenador.
Sin embargo, el susto no terminó y, cuando llegó al hotel, pasaron dos hombres y uno de ellos, un defensor de Bella Vista que estaba suspendido para el partido ante la Villa, le arrojó una trompada que finalmente “El Gato” logró esquivar. Desde ese momento, Riveros pidió garantías para poder ir al estadio a reconocer el campo de juego y también para jugar al día siguiente, pero no sirvió demasiado porque cuando llegó la hora del encuentro todo se volvió más hostil.
“En el vestuario nos largaron agua fría, no nos dejaban entrar en calor en la cancha y, cuando pudimos hacerlo, nos escupieron y nos ametrallaron con pirotecnia. Gracias a Dios que perdimos (0-1) porque si no, no sé qué hubiese pasado con nosotros”, aseguró Riveros al mismo tiempo que, entre risas, contó que le dijo a Ariel Agüero “menos mal que no metiste ese gol a los 38 minutos”, haciendo referencia al cabezazo de “El Oso” que dio en el travesaño y picó en la línea.
Una vez finalizado el encuentro, el equipo se fue a los camarines y, mientras los jugadores se cambiaban, el director técnico salió a ver si la situación estaba controlada. “Ahí vi al tipo que me había amenazado, junto al jefe del operativo, increíble. Encima el barrabrava se me acercó y me dijo que no íbamos a tener ningún problema al salir. Claro, todo porque ellos habían ganado y seguían con chances de ascender”, señaló.
El terror de aquel enfrentamiento ya había quedado atrás y Villa Obrera sabía que ganando de local iba a lograr el pasaje al Argentino A, por lo que la semana previa de entrenamientos era clave. “Trabajamos con “El Luto” (Alfredo) Molina en la pelota parada y yo le dije que el arquero de Guillermo Brown era petisito para que se anime en las pelotas paradas”, detalló el entrenador. Después, cuando llegó el partido, el volante le hizo caso y cumplió a la perfección porque marcó dos golazos olímpicos (ver infografía). El primero fue al palo del arquero, mientras que en el segundo tanto, con la misma fórmula del ullunero, la pelota se metió en el segundo palo.
“Esa semana previa tuvimos lindos entrenamientos y practiqué muchos tiros de esquina con el objetivo de que sean goles olímpicos. Mandamos nuestros jugadores grandotes a molestar y también a cabecear. Por suerte se dio el triunfo porque el rival era muy difícil, pero esos dos goles fueron más por los errores del arquero, que por cierto había tenido un primer tiempo espectacular, que por virtudes mías”, sostuvo Alfredo Molina, el gran héroe de aquella tarde del 12 de mayo del 2.002.
Finalmente fue 2-0 en La Boutique para llegar a los 10 puntos, ganar la zona y conseguir el ansiado ascenso para convertirse en el primer equipo sanjuanino en sacar el boleto al Torneo Argentino A (otros clubes de la provincia ya habían participado pero por invitación). Toda la Villa Obrera, como en toda la campaña, salió a las calles a festejar a y a copar tanto Chimbas como la Ciudad con una extensa caravana. “Lo de la gente fue espectacular”, coincidieron Riveros y Molina, al recordar también que cuando regresaban de haber jugado algún partido como visitante los hinchas esperaban al plantel con música y alegría a pesar de ser la madrugada y de que al otro día tenían que trabajar.
Por último y al contar el significado de una gran aventura futbolística, Molina resaltó que “hubo un plantel y un cuerpo técnico importante con “El Gato” Riveros a la cabeza. Ese ascenso quedó muy marcado para mí porque yo debuté con 16 años en Primera jugando para Villa Obrera”, mientras quien fuera entrenador y preparador físico a la vez, dijo que “el equipo fue muy inteligente, siempre quiso dar el salto a lo grande. Recuerdo que hasta mi vieja, que no quería que jugara al futbol, fue a la cancha ese día, me abrazó y me felicitó por el logro, pero paradójicamente, lo triste fue que mi papá, que era el que siempre me bancó en el futbol, ya había fallecido”.
El once titular de aquella tarde
El entrenador Héctor Riveros mandó a la cancha frente a Guillermo Brown a Fabián “Tato” González en el arco; Raúl “Chaca” Ibaceta, Raúl Morel, Ariel “Oso” Agüero, Alfredo Galeotti en defensa; Leonardo “Mesa” Núñez, Héctor Escrivá, Adrián Galván, Alfredo “Luto” Molina en el medio; Omar López Abaca y Jorge Desseff.
Completaron el plantel: Jorge Finnemore, Marcelo Ontivero, Julio “Fino” Balmaceda, Manuel Gordillo, Roberto González, Roberto Soria, Carlos Atencio.
Cuerpo técnico: Luis Juárez (ayudante de campo), Claudio Asunto (kinesiólogo), Teté Navarro (masajista) y Carlos Torres (utilero).