Cosa rara la que pasó por Concepción el sábado pasado. Igual, no importan los medios sino las consecuencias. Es que San Martín, que venía de capa muy caída en el torneo Inicial de AFA, de pronto se despachó con cuatro pepas y, encima, no le hicieron ninguno. Los cuatro goles que metió en 90 minutos son el doble de los que había anotado en las cinco fechas anteriores. Todo potenciado que la alegría llegó nada más ni nada menos que ante el último campeón del fútbol mayor argentino: el siempre complicado Arsenal de Sarandí.
Nadie imaginó un resultado así antes que comience el partido. Pero en realidad varios factores incidieron para que eso suceda…
Punto 1: ya no estaba el Colorado Sava como técnico y eso significaba largar con un nuevo proceso. No es que todo el plantel estaba en contra del técnico saliente sino más bien que las obligaciones resumían los estados de ánimo. Para todos era como el clásico "muerto el rey, que viva el rey…". Pobre Colorado. Quedó como el malo de la película cuando, en realidad, era un actor más de esa película. Que se tuvo que ir para descomprimir una situación que ya era insostenible. Pasó la lógica: Cambio de un fusible y no de todo el motor. Porque a esta altura, el Verdinegro tiene que "tirar" con ese mismo motor.
Punto 2: esta vez se le dieron todas. Empezó ganando como nunca antes. Y, cuando lo tenían acorralado para empatarle, metió el segundo. Cuando arrancó el complemento, clavó el tercero con aquella joyita del colombiano debutante Osorio. Y entonces el muchas veces invencible Arsenal, se arrodilló ante tanta efectividad.
Punto 3: la última, es que jugó un tremendo partido. Todos los jugadores mostraron una gran actitud y, de paso, un notable juego. Individual y en conjunto. Algo quedó en claro: no fue un triunfo de casualidad.
Se viene el clásico cuyano con el Tomba en Mendoza. El Verdinegro tiene otro desafío: demostrar que la ilusión está encendida y que por algo debe ser…
