Juan Martín Del Potro accedió ayer a los octavos de final de los Juegos Olímpicos Río 2016, dejando en el camino al portugués Joao Sousa, por un 6-3, 1-6 y 6-3. El tandilense compensó la merma física que le ocasionó el escaso tiempo de descanso luego de su victoria ante Djokovik, con su enorme corazón. Ese que se golpeó repetidamente al finalizar el partido, ovacionado por los argentinos que lo acompañaron en minoría en el court central del Centro Olímpico de Tenis, escenario del tenis en Río.
El tandilense, con apenas medio día de descanso tras su impactante victoria sobre el serbio Novak Djokovic, afrontó el partido con los atributos de su muy buen servicio y su formidable derecha desde el fondo, pero con menguadas reservas físicas por lo de antenoche ante el número uno del mundo.
Una programación para cuestionar lo ubicó para colmo a las 14, una hora para exprimirle las energías que le quedaban si el partido se extendía, lo que finalmente sucedió.
Por eso debió dosificar el esfuerzo y terminó dejando correr el segundo set, como él mismo reconoció a la prensa tras el partido, que no tuvo la brillantez del que jugó con Djokovic, digno de una final.
Sousa, un muy buen jugador de dobles, aprovechó el desgaste físico y mental que sufrió antenoche Del Potro y basó su estrategia en pegarle fuerte a las líneas para obligarlo a correr. Y allí afloró otro aspecto en el que el argentino edificó su victoria: la inteligencia, elegir qué pelota era jugable y cuál no valía el esfuerzo.
Para colmo, un par de horas después, junto a Máximo González, enfrentó en el partidos de dobles a la dupla española integrada por Rafael Nadal y Marc López quienes se impusieron por 6-3, 5-7 y 6-2, tras dos horas y 26 minutos de partido. Allí, en el esfuerzo del segundo set, “Delpo” terminó de “secar” su físico.

