El cabezazo de Giménez marcha raudamente al ángulo del arco egipcio. Apoyado en su historia Uruguay insistió y tuvo su premio cuando el partido se moría.

 

Por antecedentes y presente, Uruguay era candidato a la victoria en el partido debut del Mundial de Rusia ante Egipto. La jerarquía individual de sus jugadores ponía -según la "Cátedra"- a los rioplatenses por encima de los dirigidos por el técnico argentino Héctor Cúper. Además, la ausencia -por lesión- de la máxima estrella de los egipcios, Mohamed Salah, potenciaba ese análisis previo.

Sin embargo, en la cancha, esa superioridad se notó muy poco. Los de la tierra de los faraones con un esquema bien estudiado que combinó presión en tres cuartos con aceitadas coberturas defensivas esterilizaron los intentos de un Uruguay que tenía un poco más la pelota pero no dominaba el partido. Luis Suárez erró un gol increíble, de esos que en el Barcelona siempre convierte y Egipto, con una destacada tarea del volante del Arsenal de Inglaterra; Mohamed Elneny, controló mejor los espacios. El partido no era bueno porque el trámite se hacía demasiado previsible.

Mientras el segundo tiempo transcurría sin variantes aparecieron un par de gambetas que oxigenaron el juego.

A los 27 minutos gambeteó Elneny y tocó para Fathi que exigió a Muslera. A los 28 gambeteó el ‘Cebolla’ Rodríguez, alargó para Cavani quien habilitó a Suárez, quien no pudo perforar la defensa del buen arquero egipcio El Shenawy.

Uruguay fue un poco más. Equivocado buscó más. Y merecía algo más. Su premio lo tuvo en el último suspiro cuando el zaguero del Atlético Madrid, Giménez, se puso la ropa de Godín, su compañero en los ‘colchoneros’ y en la selección uruguaya y con un cabezazo furibundo enterró las expectativas de un Egipto prolijo y ordenado que sin su as de espadas jugó sus expectativas al envido y chocó con los ’33 orientales" que Uruguay tenía de mano.