Sin la bufanda que ya es una auténtica cábala en su carrera como entrenador, Edgardo Bauza observó todo el encuentro de su debut como técnico de la selección parado al costado del campo de juego. Como es habitual en él primó la tranquilidad a nivel externo, aunque el Patón siempre remarcó que “la procesión va por dentro”. Su indicación-gesto más reiterado fue el pedir calma cuando había un mal pase o Uruguay generaba cierto peligro. Estuvo metido en todos en los detalles, incluso en la previa del partido observando pegando a sus dirigidos el calentamiento previo. Lo hizo intercambiando opiniones con uno de sus ayudantes y ya durante el juego, prefirió la ‘soledad’ al observar el juego y no tanto intercambiar ideas con su cuerpo técnico.
La expulsión de Dybala lo mostró apenas con un gesto de fastidio y acompañó al cordobés con una mirada fría cuando se retiraba, mientras se acomodaba el “camperón” que se puso sobre su saco para minimizar los efectos de la baja temperatura ambiente.
La caminata dentro del corralito pareció la mejor forma que encontró para contrarrestar la carga de ansiedad, esa que en la previa del clásico rioplatense remarcó que era “muy fuerte por el deseo de hacer las cosas bien”.
Por diversos pasajes del partido, el equipo tuvo el ansiado equilibrio que pretende Bauza. Dejó de lado la verticalidad de la era Martino y optó más por la pausa y aceleración a la hora de atacar. Se notó una defensa sólida como pretende el DT y en ataque, un equipo que genera siempre riesgo, obviamente partiendo del desequilibrio que le aporta Messi. Sin dudas, con tres entrenamientos encima, mucho no se podía esperar de la mano de Bauza, pero sí hubo signos que alientan la ilusión en esta flamante etapa de la albiceleste.
