Alberto Pérez era el secretario general de Argentinos Juniors cuando en 1977 firmó el primer contrato de Diego Maradona como jugador de fútbol. El sueldo era de 80 mil pesos de esa época y un año después el club le cedió una vivienda. Fue la primera casa propia de Maradona. Está en La Paternal y hoy es “La Casa de D10S”, un museo que Alberto y su hijo César hicieron luego de comprar la vivienda y reconstruirla tal como era cuando vivía Diego.

Con la muerte de Maradona, la casa se convirtió en un santuario. En la puerta hay velas, flores, fotos del fallecido ídolo, pelotas y mensajes que dejó la gente. “Estarás siempre en mi corazón. Tu viejo vecino. Alfredo y familia”, dice uno de ellos. Alberto y César, director del museo, lo cerraron por duelo el miércoles pero la realidad los pasó por encima.

“No para de sonar el teléfono o el timbre. Nos llaman de todos lados para venir, preguntan cuándo se puede conocer la casa. La página web donde se sacan los turnos de visita colapsó, no funciona. Lo mismo la de Facebook”, le cuenta César, de 36 años, a Infobae, parado en el patio interno de la casa de Maradona, donde vivió a sus 18 años.

Diego y su familia -sus padres don Diego y doña Tota, sus hermanos Hugo y Rául, conocido como “Lalo”, y parte de sus cinco hermanas- se fueron a vivir en 1978 a la casa de la calle Lascano 2257, en el barrio de La Paternal. El frente tiene dos ventanas con rejas y las paredes son de piedra molida mezclada con vidrios. Es una casa más de una zona de viviendas bajas, de vecinos de toda la vida, donde al mediodía no se ve gente y se escuchan los pájaros. Típico barrio donde los chicos podían jugar -ya no se los ve- a la pelota en la calle.

Desde el miércoles es un constante peregrinar de gente. Jorge y Santiago Aguilar son padre e hijo y llegaron a las doce del mediodía de ayer. “Pasamos mil veces por acá y yo no sabía que era la casa de Diego. Santiago sí”, cuenta Jorge. Son camioneros y como tenían cerca una entrega pasaron. “Una locura que haya muerto”, dice Santiago. Los dos se ponen en la puerta y se sacan una foto.

Esa fue la primera casa propia de “Pelusa”. Se la cedió Argentinos Juniors con la firma en 1978 de la renovación del que había sido su primer contrato, un año antes. “La casa fue en lo formal de don Diego porque en esa época se era mayor de edad a los 21 y Maradona tenía 18 y no podía firmar la compra”, explica César.

De Villa Fiorito, Diego y su familia primero se fueron a vivir a un PH en la calle Argerich 2747, también del club, que se los alquilaba. Ahí conoció a Claudia Villafañe, que vivía en otra casa en el complejo. Pero el club quiso que el delantero estuviera más cerca de la cancha y le cedió la vivienda de la calle Lascano, que está a cinco cuadras del estadio, hoy remodelado, aquel en el que debutó en 1976.

Los Maradona dejaron la vivienda a fines de 1980 para mudarse a Villa Devoto. Se la vendieron a la familia Almeyda. Luego fue vendida nuevamente al matrimonio Grajales, que cuando se divorció se la alquiló a una empresa que instaló una fabrica de carteras. Allí la casa empezó a deformarse por la clase de uso que se le dio. En 2008 los Pérez la compraron. Pagaron 100 mil dólares y el objetivo fue desde un comienzo hacer el museo. Padre e hijo son hinchas de Argentinos, del barrio La Paternal y con un profundo amor por Diego. Alberto lo conoce desde que llegó al club a sus 10 años.

Los Pérez coleccionan objetos de su ídolo de hace 30 años. Tienen poco más de tres mil. Con la compra del inmueble comenzaron a refaccionarlo y el 30 de octubre de 2015 -cuando Diego cumplió 55 años- fue inaugurado el museo. Desde entonces, César cree que pasaron poco más de tres mil personas por el lugar. Hasta antes de su muerte las visitas eran por turno que se sacaban en la pagina web www.casaded10s.com , que colapsó. Pero su muerte cambio todo. Se reabrirá el 10 de diciembre y los Pérez están analizando cómo hacerlo por la demanda que tienen. En principio las entradas se comprarán por una pagina de venta de tickets. “Todo el dinero que se recauda va al cuidado y mantenimiento de la casa”, cuanta César. El precio de la entrada antes del cierre era de 400 pesos.

Así como todo lo que pasó alrededor de la vida de Maradona fue increíble, el museo no fue la excepción. “Ha venido gente de todo el mundo. Una vez un muchacho, docente, de Corrientes, que se llama Javier Romero, no podía hacer el recorrido de la emoción. Lloraba y no podía caminar. Tuve que llamar a mi papá y juntos lo calmamos y pudo recorrer la casa. Le tenía un amor inmenso a Maradona”, recuerda César, que también dice que los visitantes le hacen pedidos insólitos.

“Nos quieren alquilar la casa para hacer asados o quedarse a pernoctar”, cuenta y responde que no alquilan la casa, solo lo hicieron para la serie que está haciendo Amazon de la vida de Maradona: “Queremos mantenerla lo más cuidada. Inclusive nosotros tratamos de no usar las canillas ni la cocina. Pero con eso pasan cosas insólitas. Hace poco un camarógrafo nos pidió de pasar al baño y acá no tenemos más que los baños de la casa de Diego. Y le dije ´anda al baño de Maradona´. Me miró re sorprendido”.

Los pedidos más extraños los recibió de los más fanáticos del 10, los napolitanos. “Son tremendamente maradonianos. Nos piden de acostarse a dormir en la cama de Diego y si se pueden sentar en el inodoro de Maradona”, recuerda Cesár. También, que tuvieron visitantes que fueron con tortas para festejar sus cumpleaños en la cocina y soplar las velitas.

Desde que Diego se mudó no volvió a la casa. Tampoco conoció el museo. Los Pérez lo invitaron a través de sus hermanas que se quedaron a vivir en La Paternal. “Las hermanas vinieron varias veces y querían que venga. Había que prepararlo emocionalmente, sobre todo por el recuerdo de don Diego y doña Tota. Pero no se dio. Me han dicho que una vez pasó por la puerta. En diciembre del año pasado cuando se hizo la despedida en la cancha de Argentinos del periodista Sergio Gendler, en una nota le dijeron que la casa quedaba cerca y él respondió que después del partido iba a pasar. Me vine a esperarlo, pero no vino”, recuerda César.

-¿Cuando fue la última vez que estuviste con Maradona? – le pregunta Infobae

-Nunca estuve.

-¿Hiciste un museo para recordarlo y no lo conociste?

-No lo quise molestar. Lo vi una vez en la cancha, en el palco que tiene. Pero era un mundo de gente que le hablaba, le pedían fotos. Y sabía que alguna vez iba a venir a la casa. Quería que se de naturalmente.

A los Pérez no hay que preguntarle por el amor que le tienen a Maradona. Su proyecto lo explica y es su forma de agradecerle algo también importante: “Diego hizo trascender al barrio”. Para ellos la iniciativa es también valorizar La Paternal. Dicen que lo mejor hubiese sido mantener la vieja cancha de Argentinos. “En el barrio está la casa e imagínate si estuviese la cancha en la que debutó, el vestuario en el que se cambiaba. Todo un circuito para los turistas”, piensa César. Paternal, con Maradona, podría ser para el mundo lo que es hoy Liverpool con The Beatles. Su muerte tal vez junte más voluntades para lograrlo.

La casa de Lascano fue construida en 1947 y tiene 147 metros cuadrados. En la planta baja está la cocina, el comedor, un baño, el patio interno y las habitaciones donde dormía parte de la familia. “Los pisos, las paredes y los azulejos son los originales de cuando vivía Diego. Cuando compramos la casa estaba desabitada y tenía las puertas que pusimos de vuelta. Los objetos que hay no son los originales pero sí replicas. Reconstruimos todo con fotos y videos que hay de la época en la que vivió (en este inmueble)”, cuenta César. Lo único que no fue reconstruido es la habitación de los papás de Diego. “Por respeto y por cómo le impactaron sus muertes a él”, explica el director del museo. Allí guardan, entre otras cosas, las 10 mil revistas que tienen con Maradona en la tapa.

Es de techos altos y alejada de cualquier lujo que hoy podría tener una estrella del fútbol como ya lo era Maradona a sus 18 años. Una de las pocas diferencias de cuando vivía Diego es que en el comedor había una pared que lo dividía de la pieza de la hermana más chica de Diego, Claudia, y que fue tirada. En el comedor está la televisión de la época, un piano que la madre le regaló, la mesa, un aparador, fotos. Todo reconstruido como vivía Diego. Así lo muestran las fotos de la época que están en las paredes. En la cocina, la heladera Siam, una radio Spica y hace pocos meses, durante la cuarentena, pusieron las estatuas de Diego y sus papás que hizo el artista Daniel Maceira.

La pieza de Maradona está en una suerte de entrepiso al que se llega por la escalera que está en el patio interno y que da a la terraza. La habitación es de unos tres metros por cuatro y las fotos en las paredes recuerdan cómo era en la época. Diego tenía un ventilador de pie, una mesa con un velador, un tocador de discos, un pequeño mueble y un armario para la ropa, donde están sus botines negros con la franja blanca.

La pieza tiene una ventana que da a lo que era el lavadero, a un baño y al pasillo de la terraza. “La leyenda dice que Diego para ir al baño salía por la ventana”, dice César. Ahí está el inodoro en el que la gente quiere sentarse.

En la terraza está la parrilla donde don Diego hacía los asados y otras dos habitaciones. Una de huéspedes, donde se está armando una tienda de venta de souvenirs, y la otra que no se sabe qué había y que César cree que pudo haber sido un cuarto de depósito. Ahora ahí está el santuario: un lugar donde la gente puede llevar lo que quiera sobre Diego para dejar como recuerdo. En una de las paredes de la terraza hay un mural con la cara de Diego, que hicieron los artistas Juan Ledesma y Mariano Antedomenico, y el resto están habilitadas para que los visitantes escriban mensajes a Maradona.

La casa tiene algunos objetos originales. Por ejemplo, un banderín firmado por todo el plantel de Argentinos, entre ellos, Maradona, que los futbolistas le regalaron al conserje del hotel de Tandil en el que se hospedaron para la pretemporada de 1977. “30 años después nos llamaron para decirnos que lo habían encontrado”, cuenta César. También un cuadro que un artista italiano pintó durante un partido en 1987 que el Napoli le ganó a la Juventus 3 a 1.

Alberto Pérez, de 69 años, recuerda que antes de viajar a Tandil estuvieron en Mar del Plata para un amistoso en el que Maradona hizo dos goles. “En el micro, a la vuelta, todos dormían y se me acercó Reinaldo Medot, que era colaborador del fútbol amateur, y me dijo, señalando a Diego: ‘Doctor, ¿sabrá que el mundo hablará de él?’”, recuerda.

Alberto es abogado y profesor de derecho en la Universidad de Buenos Aires. Fue apoderado legal, secretario general y vicepresidente de Argentinos Juniors. “Lo conozco desde el primer día que llegó al club. Desde ese momento ya sabíamos que iba a ser lo que fue. Yo estuve en el partido que debutó. Me acuerdo cuando empezó a precalentar. En la cancha estaba Menotti porque se decía que iba a debutar un pibe que prometía. Lo primero que hizo fue tirarle un caño a Cabrera, pero no tocó mucho la pelota. Perdimos 1-0 con Talleres, que tenía un muy buen equipo. Después del partido fui al vestuario y Rubén Giacobetti estaba a las puteadas. ‘¿Qué te pasa Tano?’, le pregunté. ‘Este hijo de puta me sacó’, me contestó, por el técnico. Giacobetti había salido por Maradona”.

En el comedor de la casa hay una foto de un Alberto Pérez joven y feliz. Es del 6 de enero de 1979 y ese día se casó. En la foto de su casamiento está con Maradona. “Lo que pocos saben es que Argentinos en realidad vendió dos veces a Maradona”, dice con intriga. Y cuenta la historia: “La primera fue en 1981, a Boca, por ocho millones de dólares. Pagaron cuatro y después se acordaron cuatro cuotas de un millón. Pero la crisis económica de la dictadura más el momento de Boca hizo que el club no pagara y se judicializó el conflicto. Cuando el Barcelona lo quiere comprar le da a Boca dos millones de dólares y Boca dice ´el jugador es de Argentinos´. Nos reunimos con los de Barcelona. El pase se cayó primero por un conflicto de honorarios de ellos. Pero a la semana volvieron y se hizo. Nos pagaron 6.800.000 dólares”.

La casa tiene todas esas historias en sus paredes. Alberto es el guía histórico que se las cuenta a quien quiera escucharlas.

Son las siete y media de la tarde. 15 personas están en la puerta de la casa. Tocan el timbre, dicen que vieron a alguien adentro. Esperan con ilusión poder entrar a conocerla, estar en contacto con Diego. Los Pérez solo la abrieron estos días para los medios nacionales y extranjeros. Se preparan para la reapertura el 10 de diciembre. Saben que la demanda será mayor.

-¿Les ofrecieron comprarles la casa?

-No. Pero ahora con su muerte podría llegar una oferta. Igual no se vende. Es nuestro orgullo y lo hicimos por amor a Diego – responde César.