Jugó donde, le había advertido al Tata Martino, que le gusta. Como media punta, por momentos en la posición del desaparecido “10” setentista, tirado sobre la izquierda en tres cuartos del campo. También, por momentos volcado sobre la derecha, iniciando diagonales, al viejo estilo de aquellos “8” tipo Brindisi en su época de Huracán. En ambas posiciones y otras veces como un centrodelantero tirado unos metros atrás, mantuvo su intención de jugar.
Un taco suyo al claro, engañando a media defensa de Racing, habilitó a Erbes quien hizo el centro para que Calleri anotara el empate. Por entonces, 22 minutos del primer tiempo, soportaba con cierta serenidad la mascara de fibra de carbono que utilizó por prescripción médica para resguardar su fisurado tabique nasal.
Después, entre la desesperación en la que entró su equipo por la expulsión del Cata Díaz (Carlitos heredó la cinta de capitán) y la derrota en el marcador por el penal convertido por Bou a los 34 minutos, se lo notó muy incomodo, tanto como para, en un descanso del partido, cuando iban 37 minutos, sin hacer alaraca, sin gestos para la televisión, caminando despacio se acercó al banco con la careta en la mano y la dejó en el banco.
Antes de su participación en la Eliminatoria al Mundial de Rusia, con la selección, Tevez había sido muy autocrítico con el rendimiento de Boca en la victoria por 1 a 0, con el último y descendido Crucero del Norte. Ante los misioneros dijo “jugamos mal, nos faltó fútbol, nos apuramos”. Ayer, adentro de la cancha intentó tomar el timón del barco para encauzarlo al muelle en cuyo final lo esperaba el título, pero no pudo. Su fastidio quedó reflejado en varios gestos que tomaron la cámaras de televisión, donde con sus brazos explicaba que había que juntarse y tocar en vez de insistir con tanto pelotazo frontal y estéril.
