La imagen de la cámara de Carlos Castano (Telesol) no miente. Marca 104 kilómetros horarios. Junto a la motocicleta que transporta al camarógrafo pasan raudamente hechos unas “bolitas” los diez punteros. Como el piloto debía regular la marcha para tomar las mejores imágenes, no cabe duda que quienes descendían sobre las bicicletas iban a, casi 110 kilómetros horarios.
Tremendo. Espeluznante. Apoyados nada más que en la fina superficie de un tubo, sin una red que pueda contenerlos si pierden el equilibrio. Así se baja en la Quebrada de las Burras. Aquellos que son neófitos en el tema se sorprenden. “Tan rápido van”, comentaban unos turistas bonaerenses que pararon su movilidad en la banquina y con sus teléfonos celulares de alta gama filmaban y fotografiaban el espectáculo que gratuitamente la Doble Calingasta les ofrecía.
Pero no sólo despierta admiración verlos pasar. El sonido que emiten las bicicletas al cortar el viento eriza la piel.
Es tarea de guapos vencer los obstáculos que opone al ciclista la montaña. Guapeza que se transforma en intrepidez cuando se tiene que descender.
Hay muchos especialistas en ascensos que ceden terreno en las bajadas. Cuesta tanto subir la cuesta con una cadencia como para sacar ventaja, como descenderla eligiendo los radios de curva ideales para tratar de no perder la distancia que puede haberse sacado escalando.