Manu Ginóbili: 13 millones de dólares por temporada. Luis Scola: 9 millones de dólares por año. Carlos Delfino: 3,5 millones de dólares por campaña. Hambre de gloria y amor a la camiseta albiceleste: incalculable. En tiempos donde el dinero mueve todo, los jugadores de la Generación Dorada del básquetbol argentino son, por suerte, la excepción a la regla. Un contraste inmenso con la selección que conduce Sergio Batista y que, aunque parezca imposible, hoy puede quedar afuera de la rueda inicial de la Copa América que armó en su país para ganar algo después de 18 años.

"Nos vamos a juntar a jugar con los amigos de siempre. Eso me motiva más que cualquier otra cosa", contó Scola hace varios días hablando del torneo Preolímpico en Mar del Plata, donde conducidos por Julio Lamas, buscará sacar uno de los dos boletos para Londres 2012, sin dudas, la despedida de este grupo de jugadores que llegó a la gloria en Atenas 2004 con el oro olímpico.

El sentido de pertenencia en el seleccionado de básquetbol, está claro, es infinitamente superior al del fútbol. Sus jugadores, con los tres casos mencionados al principio de la nota, tienen cubiertas las necesidades materiales de hasta sus bisnietos e igual dejarán de lado sus vacaciones, arriesgarán una lesión en la previa de una extenuante temporada de la NBA, para seguir haciendo historia. La gente, que los adora más allá de algún desagradecido que criticó la decisión de Ginóbili de no ir al Mundial pasado en Turquía, ya les pagó con la misma moneda: agotó las entradas para sus partidos en La Feliz.

Pero el caso más emblemático de lo que es para este grupo jugar en la selección pertenece al más viejo, que igualmente ya tiene en sus dedos anillos de NBA y el oro olímpico en su pecho. Fabricio Oberto, de 36 años y retirado por un problema cardíaco hace un año, decidió volver y jugar este certamen. ¿Se imaginan que en el plantel del Checho algún jugador haría lo mismo? Difícil. Maradona ya no juega más.