El martes 30 de diciembre de 1980 comenzó la Copa de Oro de Campeones Mundiales, también llamada Copa de Oro FIFA 1980 y conocido como “El Mundial”. Se desarrollo íntegramente en una sola sede; el icónico Estadio Centenario de la capital Charrúa y se extendió hasta el sábado 10 de enero de 1981. Se consagraron los locales tras vencer en la final a Brasil por 2 a 1.

La idea surgió para conmemorar el 50º aniversario de la primera Copa del Mundo que se había disputado en 1930, en tierras uruguayas. Por distintas razones comenzó el penúltimo día de ese año y estuvo co-organizado entre la FIFA y el gobierno de Uruguay. Con el paso del tiempo fue quedando prácticamente en el olvido, a tal punto que hoy casi nadie lo recuerda y otros ni saben de su existencia. En su momento fue muy notable porque estuvo repleto de varias de las estrellas del fútbol mundial, pero también por su elevado contenido político. En ese entonces Uruguay era comandado por un gobierno militar que tomó como ejemplo la organización de la Copa del Mundo de Argentina 1978 para hacer algo similar y de paso, que sirviera como broche de oro del plebiscito que se celebraría el 30 de noviembre de 1980, un mes antes del inicio del Mundialito. La consulta popular, organizada por los propios militares, pretendía crear un régimen constitucional que legitimara su gobierno y sustituyera la Constitución de 1967. Estaban convencidos de que la opción por el “Sí” triunfaría por amplio margen, incluso una consultora internacional les había adjudicado el 60% de la intención de votos. Pero, para sorpresa de muchos, la propuesta fue rechazada por la población y el “No” obtuvo el 57,20% de los votos, contra el 42,80% que optó por el Sí. Ese rechazo, a la postre, desencadenaría el proceso de apertura democrática, que culminaría en las elecciones de noviembre de 1984 que proclamaron presidente a Julio María Sanguinetti, cargo en el cual asumió el primero de marzo de 1985, poniendo fin a 13 años de dictadura. 

Además,  hubo polémica respecto a las negociaciones para la cesión de los derechos televisivos del torneo. 
En 2010 se estrenó el largometraje documental "Mundialito", dirigido y producido por Sebastián Bednarik y Andrés Varela. En él indagan sobre el tema de la televisación  y el paradigma de la dictadura uruguaya, que según ellos, intentó manipular la pasión futbolera de su país.  

Volviendo a fines de 1980 y en el plano netamente futbolístico, la idea fue interesante, seis de los mejores seleccionados de todos los tiempos se midieron en un minitorneo que tuvo clásicos internacionales  muy interesantes. 

Estaba previsto que participaran los países que hasta ese momento habían obtenido la Copa del Mundo (Argentina, Brasil, Uruguay, Alemania, Italia e Inglaterra) pero los británicos desistieron de participar y su lugar fue ocupado por Países Bajos, conocido como Holanda, subcampeón en Alemania 74 y en Argentina 78. 
Los equipos se dividieron en dos grupos de tres y el líder de cada una de las zonas se clasificó a la final.
El seleccionado argentino, dirigido por César Luis Menotti, era el campeón mundial vigente y fue a Montevideo con un equipo que mezclaba la base del 78 con las nuevas figuras que pedían cancha, entre las que se destacaban Diego Armando Maradona y Ramón Ángel Díaz. Se retiró invicto del torneo, pero no pudo alcanzar la final. Ante Alemania, comenzó perdiendo por un gol del Tanque Hrubesch y sobre el final se impuso por 2 a 1. Contra Brasil fue 1 a 1, en un clásico trabado y con mucha pierna fuerte. Tres días después los de la Verdeamarela enfrentaron a los alemanes, que ya estaban eliminados, sabiendo por cuántos goles debían ganar para llegar a la final (suspicacias por cuenta propia). Así Brasil se impuso a los teutones por un contundente 4 a 1, dejando a la aficción sin poder reeditar la final de 1930, pero sí la de 1950, aunque invirtiendo la localía.

En el partido decisivo Uruguay le ganó a Brasil por 2 a 1, con goles de Jorge Barrios y Waldemar Victorino (goleador del torneo) mientras que Sócrates había anotado el empate transitorio de penal. Con un Estadio Centenario repleto, el público charrúa dio rienda suelta a toda su algarabía. Sintieron que de alguna manera acababan de certificar el Maracanazo.

Pero para algunos no fue el corolario que habían imaginado. El revés del 30 de noviembre había dejado secuelas y para “echar más sal en la herida” ese 10 de enero, entre medio de los festejos y los cánticos triunfalistas que bajaban desde las tribunas colmadas, se coló un hit que decía “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”.