El 2012 fue un año complicado para el ciclismo. Empezó con la suspensión a Alberto Contador, discutida, polémica y hasta dudosa por un positivo de clembuterol ocurrido hace dos años. El del ciclista de Pinto que corrió el Tour de San Luis y ganó un par de etapas, fue el primer nombre propio de tres que eclipsaron la atención mundial.
Otro de los actores principales fue el británico Bradley Wiggins, quien se dio el lujo de posar con su bandera sobre los hombros en el mismo arco de triunfo francés. Esa foto que provocó urticaria en los galos, por la antiquísima rivalidad con los anglosajones es la postal de un año brillante para el ganador del Tour de Francia. Propietario de una voluntad y profesionalismo extremos donde apoyó su victoria.
Sin duda la mayor repercusión anual fue la decisión de la UCI de desconocer al estadounidense Lance Armstrong, sospechado de doping (aunque superó los 218 controles que le hicieron en su momento) y condenado por la USADA (Asociación de Antidoping de Estados Unidos). Se borró de un plumazo la historia de siete Tour de Francia, se tiró al tacho de la basura su propia seriedad en el manejo de un tema que ha sido y es una lacra para el ciclismo, al que no se mejorará con una decisión demagógica. No hubo tribunal de alzada. Tampoco chance alguna de defensa. Un papelón por donde se lo mire.
