Cuatro de marzo de 2017. A esa fecha hay que retrotraerse para encontrar el nombre de Andy Murray como ganador de un torneo. Hasta ayer. El antiguo número uno mundial (lideraba el ranking cuando ganó Dubái en marzo de 2017) sumó un nuevo título a su palmarés dos años y ocho meses después tras batir a Stan Wawrinka por 3-6, 6-4 y 6-4 en la final del ATP 250 de Amberes, su primer título tras su regreso después de que le implantaran una prótesis en la cadera en enero de este año.
Murray se impuso en 2h27m. y celebró envuelto en llanto: "Significa mucho para mí, sobre todo después de los problemas que he tenido en los últimos años. Ha sido un gran partido. Stan ha jugado increíble, los dos diría yo. No esperaba esto y por eso estoy muy feliz", dijo en la conferencia de prensa posterior.
"Estoy muy orgulloso de lo que he hecho esta semana", comentó el jugador de 32 años que en el inicio de esta temporada tras perder con el español Roberto Bautista incluso dudó si podría volver a jugar e insinuó que se retiraría en Wimbledon.
El escocés, que aparecía esta semana situado en el puesto 243 de la clasificación mundial, tiró de épica para batir a un Wawrinka que llevó la voz cantante durante gran parte del encuentro.
Tras dar declaraciones pidió permiso porque debía acompañar a su mujer que estaba a punto de dar al tercer hijo de ambos.
El paso a paso de un campeón de raza
Dos meses después de operarse por segunda vez de la cadera, Murray volvió a tomar una raqueta; luego se reinsertó en el circuito ganando el dobles de Queen"s con Feliciano López; en el verano del hemisferio Norte participó en la gira veraniega sobre cemento jugando un partido en Cincinnati y otro en Winston-Salem. En agosto no tuvo reparos en alistarse en un torneo challenger de la Academia de Nadal; en Zhuhai logró su primera victoria y a continuación llegaron otras tres en Pekín y Shanghái; y ayer, cuando hace nada parecía inimaginable, pura utopía, volvió a renacer en Bélgica.