Era decisivo, por dentro y por fuera. Por afuera, para remontar en las posiciones y aferrarse a una de las últimas chances de clasificar y por dentro, para levantar a un grupo que no podía, que sentía que todo su esfuerzo no alcanzaba. Era decisivo y por obra y gracia de Martín Alaniz, Atlético Alianza volvió a sonreír. Curó heridas, sumó puntos, se retempló el ánimo y con la victoria 2-1 sobre Atlético Unión le dio aire al ciclo de Ricardo Dillon al frente del Lechuzo. Demasiado como para no decir que fue un domingo redondito para los de Santa Lucía.
Fue una auténtica prueba de carácter en Alianza porque a los 5’ de partido ya perdía 1-0 cuando Unión manejó una pelota parada con enorme precisión y se puso arriba con el gol de Rosales. Ese golpe inicial no fue más que una inyección de rebeldía en Alianza porque asimiló el gol, se paró mejor y empezó a llegarle con peligro a Tula. Y así, cuando habían pasado los 20’, Alaniz encaró de izquierda a derecha, aguantó la marca, giró y definió al palo derecho para poner el 1-1 parcial. Ese fue el mejor momento de Alianza en todo el partido. Desde el empate y hasta el final del primer tiempo, manejó mejor la pelota y los espacios, exigiendo un par de veces a Tula. Unión nunca pudo reacomodarse. En el complemento, Unión salió decidido a imponer condiciones pero chocó contra sus propias limitaciones. Y, para colmo, cuando iban 23’ se equivocó en la salida y Alaniz, el muchachito de la película, decidió poner el 2-1 definitivo aunque al juego le quedara bastante tiempo todavía. Entonces Unión intentó ir al frente con lo que tenía, metió todos los cambios, apuró en toda la cancha pero nunca pudo con el ordenado y concentrado Alianza. Ya no se le podía escapar al equipo de Dillon y sólo fue cuestión de tiempo para que se consumara una victoria que además de puntos, les devolvió una sonrisa.