En 1990 todo cambió. Jingleros, bandas de amigos, modelos puestas a cantar, compositores de cortinas con acomodo, todos fueron pasados a retiro. Alguien decidió que la canción del Mundial de Italia tenía que hacerla Giorgio Moroder, un italiano que vivía en Los Ángeles y que tenía antecedentes algo más interesantes. Como productor y compositor había descubierto a Donna Summer, trabajado con David Bowie, Blondie y los Stones y compuesto los temas archiconocidos de las películas Flashdance (“What a feeling”) y Top Gun (“Take my breath away”). Así que cuando lo llamaron para componer la música de la Copa del Mundo lo tomó con más profesionalismo que entusiasmo. Convocó entonces a su compañero Tom Whitlock para que le pusiera la letra, que originalmente era en inglés. Juntos habían hecho las canciones oficiales de los Juegos de Los Ángeles 84 y Seúl 88. La tenían clarísima.

 

 

El resultado fue “To be the number one”. Una canción hecha y derecha que se lanzó con el consabido video. Pero Moroder sabía que algo no estaba funcionando. Y tomó una decisión sabia que le costó –dicen— su amistad con Whithlock: la canción necesitaba una letra en italiano. Así fue que del gélido y obvio “To be the number one” pasamos al épico “Un´estate italiana”, que se traduce como “Un verano italiano”, aunque a la hora de su versión en español “estate” haya sido reemplazado por “estadio”: la dictadura de la métrica, la rima y los productores musicales.

Los convocados para hacer la nueva letra y cantarla fueron dos rockeros italianísimos. Edoardo Bennato, un estudiante de arquitectura napolitano que tocaba la guitarra en bandas de blues y había grabado ya muchas canciones, y Gianna Nannini, una chica que rockeaba en Siena y cuyo contacto con la fama iba bastante más allá que ser la hermana del piloto de Fórmula 1 Alessandro Nannini. Gianna ya tenía varios álbumes grabados y con algunos de ellos había obtenido discos de platino en varios países europeos.

Pocas canciones nos hacen viajar en el tiempo con tanta intensidad sensorial. “Forse non sarà una canzone / a cambiare le regole del gioco/ ma voglio viverla cosi quest’avventura / senza frontiere e con il cuore in gola…” Y enseguida pensamos en el tobillo de Maradona, la melena al viento de Caniggia, Sensini barriendo en el área… Suena “E il mondo in una giostra di colori/ e il vento accarezza le bandiere / arriva un brivido e ti trascina via/ e sciogli in un abbraccio la follia…” Y está Bilardo acomodándose el pelo como si fuese un implante mal ensamblado, el gol de Troglio a los soviéticos, los ojos desorbitados de Totó Schillachi… “notti magiche / inseguendo un goal / sotto il cielo / di un’estate italiana…” Batista como una momia de Rep, Barulich presagiando un triunfo contra viento y marea, pedir la hora contra Rumania… “e negli occhi tuoi / voglia di vincere / un’estate / un’avventura in più…” Diego puteando a los italianos que chiflan el himno, la zona de Inglaterra en la que empatan todos, los irlandeses que quieren salir campeones sin hacer un maldito gol. “Quel sogno che comincia da bambino/ e che ti porta sempre più lontano/ non è una favola — e dagli spogliatoi / escono i ragazza e siamo noi…” María Julia privatizando los teléfonos, Monzón yendo por la tibia de Klinsmann, la propaganda del cacique de Grundig. “Notti magiche / inseguendo un goal / sotto il cielo / di un’estate italiana / e negli occhi tuoi / voglia di vincere / un’estate / un’avventura in più…”

Hoy Moroder tiene 80 años y sigue despuntando el vicio detrás de la banda francesa Daft Punk. En su merecidísima mansión, rodeada por muros infranqueables de discos de platino, vive plácidamente mientras ignora por completo que, en un lejano lugar del planeta, a cualquier persona de más de 40 se le erizan los pelos de la nuca de solo escuchar las primeras cuatro notas de la intro de su canción para Italia 90.

 

Fuente: Infobae