En cada nueva edición del Dakar alguien, en algún punto del planeta, en mitad del desierto, alguien se pregunta quién fue capaz de inventar la locura de este rally. A pesar de ello, todos los meses de enero, cientos de deportistas se lanzan a lo desconocido, a cumplir el sueño de un hombre que también tuvo ese miedo a no saber lo que le esperaba, la incertidumbre que genera no saber dónde estás o qué camino se debe tomar para encontrarse. Hoy, justo cuando el rally recorre San Juan, se cumplen tres décadas del fallecimiento de Thierry Sabine, creador de esta prueba que genera pasión en competidores y público.
Thierry era un enamorado de la competición. Su acomodada posición en la clase media-alta francesa le permitió cumplir su sueño de competir en rallyes y en circuitos. En 1977, Sabine se inscribió en el Rally Abidjan-Niza y en su transcurso se perdió en el desierto del Teneré. Fue rescatado dos días y dos noches después. Después de horas bajo el Sol y en las noches heladoras con la única compañía de las estrellas, Sabine aprendió a disfrutar del sufrimiento, de la aventura, y se prometió a si mismo que si salía de allí con vida crearía una experiencia vital para que otras personas disfrutaran de ello.
Dos años después, 170 personas lo siguieron en lo desconocido, en un desafío sin precedentes. Así, nació el Dakar.
Pero el 14 de enero de 1986, en medio de una tormenta de arena y acompañado por el famoso cantante Daniel Balavoine, la periodista Nathalie Odent y los encargados de llevar el helicóptero François-Xavier Bagnoud y Jean Paul le Fur, Sabine aterrizó no muy lejos de la meta. Por allí pasaba Pierre Lartigue con un Lada. Sabine lo paró y le pidió que al llegar a meta avisara a alguien de la organización que le fueran a recoger en coche.
Sin embargo, más tarde el Ecuriel (ese era el nombre del helicóptero del director del rally-raid más duro del planeta) volvió a despegar y sólo unos minutos después la vida de Thierry Sabine se apagó en el desierto que más vivo le hizo sentir casi una década antes.