Quedaban solamente cuatro segundos de juego en el Helliniko Indoor Arena, sede aquel 15 de agosto del debut de Argentina ante Serbia y Montenegro, el verdugo del Mundial de Indianápolis 2002 bajo la bandera de Yugoslavia, en el torneo de básquet masculino de Atenas 2004. Parecía imposible evitar la caída inicial, pero Emanuel Ginóbili frotó la lámpara y voló como nunca para cambiar los números: de 81-82 a 83-82.
Aquella victoria del equipo dirigido por Rubén Magnano, que llegaba con sed de revancha tras la decepción mundialista -con polémica incluída- y envalentonado por sus triunfos anteriores ante el Dream Team de los Estados Unidos, fue crucial en el arranque de los Juegos Olímpicos.
Después de ese final inolvidable, pasaron las derrotas ante España e Italia y los triunfos sobre Nueva Zelanda y China en la fase de grupos, el triunfo en cuartos de final contra el local Grecia, un nuevo hito para asegurar medalla dejando atrás a Estados Unidos y la coronación final ante la Azzurra.
Aquel plantel, compuesto además de Ginóbili por Carlos Delfino, Gabriel Fernández, Leonardo Gutiérrez, Walter Herrmann, Alejandro Montecchia -el asistidor de Manu en aquel doble histórico-, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Juan Ignacio ‘Pepe’ Sánchez, Luis Scola, Hugo Sconochini y Rubén Wolkowyski , quedó en la historia como la Generación Dorada.