Pasaron cuatro años y tres días. La imagen de aquel pibe Messi todavía hace ruido: cara de nada, mirada en vaya uno a saber dónde, presunción de sentimiento de tristeza y sentado en el banco de suplentes de un estadio alemán. Adentro de la cancha, Argentina decía adiós al Mundial ante los locales. José Pekerman, vaya paradoja del destino, no le dio la chance a seguramente el mayor descubrimiento juvenil tras Maradona. Sólo él sabrá por qué. En el vestuario, cuentan, no hubo llantos de quien ya era campeón mundial juvenil y una estrella en nacimiento del Barcelona.

El fútbol lo pone de cara al rosarino, ya de 23 flamantes años, con su ansiada revancha. Con "su momento’. Con la reivindicación. De aquella tristeza a hoy, dio diez vueltas olímpicas, entre ellas la del Mundial de clubes ante Estudiantes con aquel "pechazo" para el 2-1, y lo eligieron el "Mejor del mundo" casi por unanimidad.

Argentina es un gran constelación de estrellas, pero él tiene brillo propio y único. Maradona lo eligió como su sucesor. Le dio todo y él, más allá de buenas actuaciones en el Mundial, le debe una labor consagratoria. En la dimensión Messi. Argentina no será campeón del mundo, sin un Messi brillante. Es así. Un dato: Maradona explotó en México "86 en cuartos y ante Inglaterra. Hizo dos goles y luego se hizo la leyenda más grande de nuestro fútbol. Messi juega hoy los cuartos. A eso de las 13, sabremos si hay que empezar a conseguir bronce para su estatua.